lunes, 22 de marzo de 2010

En la salud y en la enfermedad

Pasar la mañana del domingo con la cabeza dentro del váter es lo peor que le puede pasar a un ser humano. Más, si uno tiene ya casi 35 años y una larga trayectoria nocturna a sus espaldas, porque, además de encontrarte terriblemente mal y desear que venga la muerte piadosa y se te lleve... tienes remordimientos por no haber aprendido algo de la vida.

Fueron sólo 3 bacardilimonconcola, lo juro por Dior, pero es que habíamos ido a cenar al restaurante de unos amigos de Gran Torino y nos invitaron a unos dulces que a mi me pierden.

Me lo pasé bomba, eso está claro... pero me desperté poseída por la niña del Exorcista. Horas antes, Gran Torino se había cogido un taxi porque también estaba pachucho y él también prefiere pasar los trances dolorosos recogido en su cueva y sin testigos... así que quedamos en llamarnos por la mañana para hacer algo.

Yo que habitualmente soy un ser humano preocupado por sus semejantes (aunque sean como Gran Torino y no se semejen nada a una)... en vez de llamarlo a los 5 minutos para ver si había llegado bien e iba a vivir, o qué... me quedé dormida como un tronco en plan “perdonen que no me levante” y sólo me acordé de él y de si seguiría con vida en mi alocada carrera en camisón hacia el cuarto de baño.

Voy a saltarme la escena de las baldosas frías, que no es nada decorosa... y paso directamente a cuando vuelvo a la cama agonizante y veo que tengo un mensaje de Gran Torino que se encuentra despierto y tan divino. Cojo el móvil e intento incorporarme pero todo me da vueltas como un tiovivo poseído por el demonio.
Con una voz de cazallera tipo Pilar Bardem llamo a Gran Torino, que está fresco como una lechuga. Descartado lo de comer nada, le pido que me de un margen y quedamos a las tres.

Duermo un rato y me levanto haciendo eses para darme una ducha. Error. El agua caliente que habitualmente es bálsamo para mis heridas me provoca un bajón de tensión que me obliga a envolverme rápidamente en el albornoz y, así tal cual, tumbarme de nuevo en la cama.
Sólo pienso en que me he salvado por los pelos de una muerte deshonrosa.
Llamo a Gran Torino, le explico que me encuentro discapacitada para coger el coche, y que si puede venir él.
- No- me dice- mejor descansas
Yo pienso que bromea e insisto
- No voy a ir ahí si estás mal, a ver si me vas a pegar un virus
- ¿Pero qué virus? ¡Me duele la barriga por culpa de los vinos dulces que tomé ayer!
- Nada, nada... Duermes un rato y así descansas
- Y dale... Que no quiero dormir más, pero no puedo coger el coche ¿no puedes venir tú y hacemos algo tranquilo como ver una peli?
- Que no, que tengo cosas que hacer
- ¿Cómo cosas que hacer? ¡pero si hablamos hace un rato e íbamos a quedar!
- Pero si estás mal no quedo contigo
- ¿Por qué no?
- Por si vomitas
- ¡Pero bueno! ¿estás de broma?
- No
- ¿y si tuvieses que cuidarme?
- No tengo que cuidarte, no te pasa nada
- Pues ven
- Que no

No creáis que cambió de opinión. Sólo quedamos un ratito por la noche cuando yo ya me encontraba definitivamente mejor y había pasado la prueba de la comida sin que el estómago se me pusiera del revés.
Definitivamente, los detalles no son su fuerte.

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