miércoles, 24 de junio de 2009

Sobre ritos e ídolos

Hoy me he despertado repleta de optimismo y vitalidad. Ya he confesado públicamente que no he sido bendecida con ningún tipo de fe, y eso incluye también las supersticiones. Lo que sucede, es que sí creo en las fiestas, sobre todo aquellas que implican nocturnidad, música, copazos y veranito.
En eso creo a pies juntillas, y soy fervorosa practicante.
Ayer, víspera de San Juan, me levanté ya con hormigueo festivo. Aunque casi todos mis amigos parecen estar ocupados con cosas superimportantes (confío en que estén salvando a las ballenas, o arreglando el mundo, de otro modo, yo no justifico perderse una celebración)… siempre me queda Protocolo Venezuela, que a pesar de que está también muy liada este mes, es bastante de apuntarse a un bombardeo.
Total, que salí prontito de trabajar para que me diese tiempo de sacarme los tacones y cenar algo, que no soy amiga de peces con bigotes y las sardinas las dejo para los gatos.
Protocolo me obligó a ponerme unos vaqueros, pues mi intención era seguir mi tradición particular de saltar las hogueras con falda y bailarinas. Es un poco peligroso, porque este tipo de calzado, aunque bonito, no está homologado por ninguna federación deportiva, y tiene cierta tendencia a escurrirse del pie y caerse al fuego… pero soy una chica valiente y alérgica a eso de ir “de sport”.
Como el año pasado uno de mis más queridos zapatos falleció cruelmente quemado en plaza pública… hice caso a mi Pepito Grillo particular, que es la señorita Protocolo, y me calcé unos de Pura López (¿hay alguien más fiel que yo?) sujetos al tobillo la mar de monos.
Así que allí nos fuimos, triunfales, de plaza en plaza disfrutando de todos los ritos, escribiendo deseos, quemando “desapegos”, encontrándonos millones de amigos… y ligando un poquito con el guapísimo, Hombre Tranquilo, que alegra la vista y contribuye al espíritu festivo.
Todo iba la mar de bien, hasta que vi el agua que supuestamente teníamos que recoger en un frasquito para lavarnos la cara la mañana siguiente… y ahí me fue mal. A pesar de las flores y hojas que flotaban en la superficie, millones de bacterias, microbios y otros aterradores bichos microscópicos desconocidos por mí se me presentaron nítidamente en mi imaginación de neurótica escrupulosa… Como tengo un enorme respeto por mi piel, que sólo tengo una, me negué a tocar aquel agua en la que seguramente se habría meado algún pez. Ahí Protocolo me dio la razón, y las dos nos quedamos un poco chafadas por dejar una de las tradiciones sin cumplir… No habíamos sido previsoras, y a esas horas de la mañana no se nos ocurría ninguna floristería abierta… hasta que apareció La Idea.
Nosotras somos gente muy bien educada, respetuosa con los bienes públicos, y a favor de los parques y jardines en general… pero aquello era una emergencia, así que nos dirigimos con resolución a la Alameda, donde no encontramos ni una rosa, pero sí un magnolio que olía la mar de bien… y nos hicimos con unas flores que eran ideales para asegurarnos un año de suerte y radiante belleza.
Después de tanto rito purificador, llegué a mi casa ahumada como un salmón, pero feliz como perdiz ante la perspectiva de un año de fortuna y dicha…
Esta mañana me levanté pletórica y le di la bienvenida al nuevo día y a la era de plena felicidad con aquel agua con magnolias que olía de maravilla. Después, volví a mi ser, y me metí en la ducha con mis potingues, porque yo sólo le rezo a Chanel, y mi fe está comprometida con Clarins.

miércoles, 17 de junio de 2009

Las chicas de la Cruz Roja versión 09


No siento el brazo… o más bien, lo siento dolorido y anquilosado. El romanticismo está bien… pero para las películas. En la vida real deberían prohibirlo por ley. Es más, la constitución debería recoger, junto con la libertad religiosa, el derecho a ser ásperos a voluntad, y penar cualquier intento de extorsión al respecto.

Ayer, después de comer, empecé a encontrarme mal, con un montón de mocos luchando por hacerse con el control de mi cerebro. No sé quién ganó la batalla, pero tuve que llamar a Mulan para cancelar nuestras cañas y tapas de después de trabajar.
El plan era simple y eficaz: ir a casa, tomar una couldina preventiva, proveerme de dos millones de kleenex, poner Milagro en Milán y esperar pacíficamente a que mejorase el resfriado… o viniese la muerte piadosa y me llevase con ella.
Acababa de salir el bueno de Totó del orfanato cuando empezó a sonarme el móvil. Heathcliff:

- Oddaaa – le digo intentando compensar con el tono la voz de Blandiblú.
- ¿Qué te pasa?
- Do sé si es aledgia o catado. Ub boco bachucha bada bás.(moooc, flips, flips, flips…)
- ¿No habías quedado con Mulán?
- Sí, pero do aplacé
- Ay pooooobre – Heathcliff es muy cariñoso, y eso es agradable - ¿Quieres que te lleve algo?
- Do, bracias, tebgo Couldina, ub borrillo de pañuelob y ub DVD (moooc, chuic, chuic, flips, flips)
- Y tiramisú ¿no me habías hecho el tiramisú?
- Si, ebtá ed la deveda (moooc, snif, snif)- El otro día, Heathcliff me llevó a cenar a un sitio que me gusta mucho, a cambio de que le hiciese un tiramisú esta semana – Do que pasa ef que hacía mucho tiebpo que do lo hacía, ya de lo advedti (moc, snif, snif). Edta ub boco chuchurrío. Creo que eb bejor que de haga otro otro día.
Heathcliff se ríe, porque piensa que bromeo, pero lo cierto es que el otro día hice un estropicio monumental.
- Seguro que está perfecto, que eres una quisquillosa ¿Quieres que vaya a cuidarte y nos comemos ese tiramisú?
- Dooooo. Ebstoy bien, de vedad - ¡Alerta, alerta! Intruso intentando acceder al área restringida – Do te pdeocubes.
- Sí, de maravilla. Seguro que no has cenado
- Eds tdemprado aún. Duego tomo adgo – La conversación estaba empezando a tomar unos derroteros que no me gustaban nada.
- De eso nada. Me paso en un momentito por Teletortilla y cojo una con cebolla
Hethcliff sabe que tengo debilidad por la tortilla. Nunca digo que no a una tortilla de patata. Comería tortilla todos los días de mi vida. Pega con todo. Una maravilla. El mejor invento de la humanidad.
Sin embargo, aborrezco que me vean en estados calamitosos, y es un momento de auténtica indignidad personal.
- ¡Doooo! –moc, moc, fips, flips- De lo digo eb sedio… Do bebgas, pod fgavod –snif, flip, flip.
- Que no te preocupes, pequeñita. En nada estoy ahí.
¡Y tanto! Heathcliff conduce como un diablo.
-Doooo. –Moooc, Moooc- Do be apetece que vengas. – snif, snif, flip, flip- Edtoy bebfectamente.
- Que sí, voy ahora. Un beso
Y me cuelga.
¡Aghhh! ¿qué parte del No no entiende? ¡No es una palabra que se entiende fácil!
No se lo digo por no molestar, a mi no me importa molestar. Lo digo porque quiero estar sola.
Tengo la nariz roja, la mente confusa y el glamour bajo ¡necesito intimidad para este deshonroso trance!
Me sueno por vez un millón, y voy urgentemente a tirar todos los kleenex usados. Me miro al espejo: menos mal que llevo un palabra de honor de Purificación García que es muy bonito y me sienta la mar de bien… aunque parezco la hermana narizotas de Fofito. De tanto sonarme estoy empezando a pelar… voy a echarme un poco de sérum reparador de Clarins, que es mágico.
¡Maldita sea! ¡Con lo bien que estaba yo agonizando en el recogimiento de mi hogar!
Como imaginaba, Heathcliff llega a mi casa antes de que consiga decidir si me peino un poco o me quedo en plan niña salvaje. Abro la puerta, y Heathcliff me da un abrazo y un beso en el pelo. Como le quedo por debajo de la barbilla ha cogido esa costumbre que, en general, está bien, pero que en mis circunstancias actuales me obligan a tener cuidado para no moquearle la camisa.
- Te traigo tortilla de patata y unas croquetas.
- Gdacias – se lo digo sinceramente, porque la semana pasada intentó hacer la cena y por poco tienen que venir a rescatarnos los bomberos.
Heathcliff es muy atento, yo reconozco que soy un poco roñica y celosa de mi intimidad. La verdad es que cortó muy bien la tortilla, y por momentos podría decirse que hasta logré apreciar un poco el sabor y todo. Alabó mucho mi proyecto de tiramisú y preparó el café prácticamente solo. Una tontería, porque al no saber dónde tengo las cosas, tuve que levantarme ochocientas veces a supervisarlo todo… pero supongo que es un gesto muy bonito y cargado de buena voluntad.
Como no es muy de pelis antiguas, dejé que viese El Internado apaciblemente, mientras yo me limpiaba los mocos y confiaba en que Martiño Rivas se quitase la camiseta, que lo hace con frecuencia y es lo único que me gusta de esa serie.
Después volvimos a tener un tira y afloja porque yo prefería dormir sola, y él dale que se quedaba a cuidarme. Él es obstinado, y yo una floja, así que se quedó.
Yo duermo bien, pero estaba preocupada por aquello de no despertarlo en plena noche con el ruido que hago al sonarme… así que me sonaba bajito: pff, moc, moc, flip
Y vuelta: moc, pff, pff, flip, flip… cuando de pronto el rugido de un león me hizo pegar un respingo ¡menuda manera de roncar! Probé a darle un empujoncito, intenté moverlo, taparle la nariz… pero dormía como un bebé (de oso, claro). Como yo, una vez dormida, es complicado despertarme probé a cerrar los ojos y ya estaba empezando a quedarme frita cuando ¡Zas! Heathcliff me echa el brazo por encima y me atrae hacia él con fuerza … y así se quedó. Yo intenté zafarme, pero fui incapaz de moverme de allí sin despertarlo… así que esta mañana me desperté con el brazo agarrotado y el hombro derecho semi-paralizado y dolorido.
Heathcliff, que es una persona maravillosa y básicamente feliz, abrió los ojos muy contento:
- Buedos días.
- Buenos días – le respondí aún un poco aletargada- ¿qué te pasa? ¿tienes mal la voz?
- Do –snif- padece que me has pegado ed cataddo ¡qué gracia! ¿do? Edta doche me vas a tened que cuidar tú a bi.

¡Pues sí que estamos bien! A ver cómo le digo que hoy tengo que quedar con Mulán sin falta.

lunes, 8 de junio de 2009

Usa tus alas

Crecí con series como Galáctica o V, así que no es de extrañar que lo hiciese convencida de que en el 2000 todos pulularíamos con pijamas brillantes y viviríamos como los Supersónicos. De ahí que mis mayores anhelos se resumiesen en 3 cosas: tener teléfonos móviles, poder hacer video-llamadas y pilotar una aeronave.
Podría decirse que dos tercios de mis sueños se han cumplido (aunque lo de la video-llamada ha resultado una profunda decepción), pero me queda pendiente cambiar al Ibi por una coqueta aeronave que pueda dejar suspendida sobre las plazas de aparcamiento para motos que Iznogud me ha plantado por toda la ciudad. Y es que siempre me ha gustado volar. Reconozco que ni los agobiantes viajes por trabajo han hecho desaparecer del todo esa punzadita de emoción que me provoca el rugir de las turbinas.
Por un instante vuelvo a tener 6 años y estoy sentada junto a mis hermanas y mis padres rumbo a algún lugar fascinante y extraño, donde la gente habla distinto y hay manga ancha para los helados.
Añoro aquellos días en que mi madre nos despertaba de madrugada y, en vez de ir al cole como creíamos, cogíamos las maletas que ella había preparado en secreto (truco infalible para evitar que nos subiésemos por las paredes como monos chilludos la noche anterior) y nos íbamos en el 131 a Lavacolla atosigando a mi madre con preguntas.¿Habría piscina en el hotel de ese sitio al que íbamos? Eso, y poder desayunar cacaolat, en vez de colacao era el tope de gama de mi felicidad infantil.
2 zumos de naranja y 3 paquetes de cacahuetes de Iberia (también hubo galletas, pero había pocas cosas mejores que chuparse la sal de los dedos y limpiárselos después en la chaqueta de La Hermanilla) después de oir eso de “abróchense los cinturones” aparecíamos en algún lugar que se nos antojaba maravilloso. No hacía falta que fuese muy lejos, el Santiago de aquel entonces era una aldea venida a más en la que no existían los Mc Donalds que yo veía en la tele, ni pizzerías ni, por supuesto, guacamayos de colores y playas a las que podías ir todo el año.
Estas semanas en las que es raro el día en que vea un informativo y no emitan alguna noticia en la que pongan a Iberia a caer de un burro me acuerdo mucho de los años en los que viajar en avión era un acontecimiento festivo, y no un trayecto en un autobús con alas. Exigimos el mismo trato, pero pagando mucho menos que por un billete de tren. Asumimos que Iberia ha de bajar sus precios para competir con compañías que no ofrecen, ni el mismo servicio, ni las mismas frecuencias de vuelo, ni las mismas garantías, y nos enfadamos cuando los efectos de la entrada de las compañías de Low Cost en el mercado estropean nuestros viajes a precios de saldo.
Hasta El Maligno, que le tiene un odio cerril desde que una de sus hijas perdió un vuelo y les hizo pasar un susto de muerte (siempre es más fácil culpar a los ajenos, que asumir que la niña te ha salido un pelín problemática) acaba volando siempre con Iberia, que es la única que le permite saltar de un punto a otro del mapa ajustando a tope los horarios.
Han pasado muchos años desde que La Hermanilla y yo jugábamos con los gorritos de azafata que nos regaló mi padre. Ahora compramos el billete a través de Internet y nos hacemos el auto-check in sin salir de casa. Ya no dejan fumar en los aviones y echamos de menos la comida de plástico que antes aborrecíamos, porque ahora pagamos 10€ por un sándwich de Sergi Arola que nos deja con hambre y cabreados.
Hace ya tiempo que perdí los “Frees” que nos daban por ser Hijas de Iberia (y que yo no aproveché porque soy una sosa sin remedio), pero sigo teniendo esa sensación de “casa” cuando veo el logotipo amarillo y rojo sobre los mostradores de facturación en un aeropuerto internacional.
Esa IB pintada en la cola para mi estará siempre asociada a la imagen del sol abriéndose paso entre las montañas de nubes, a los coches-hormiga y al maravilloso espectáculo de las luces de una ciudad al aterrizar. Aterrizajes en los que siempre había una pizca de decepción porque no habíamos podido utilizar los toboganes amarillos que anunciaban en esos folletos de seguridad que habremos releído un millón de veces.
Como el perro de Paulov sigo sintiendo un hormigueo de excitación cuando veo los aviones surcar el cielo. Me pregunto qué mágico destino llevarán y se me viene a la cabeza un slogan de los 80 que estaba impreso en uno de los puzles que nos regalaron: “Usa tus alas”.

jueves, 4 de junio de 2009

Gracita se compra un DVD

Las cosas más sencillas pueden complicarse hasta el infinito. No sé si Murphy habrá dicho algo al respecto, pero es la historia de mi vida.Confieso que mi fuerte no es la tecnología (eso no es ninguna novedad, lo saben hasta los monos que están subidos a los árboles del Amazonas), pero nunca pensé que comprar un DVD fuese más difícil que acabar la carrera curso por año.
Gran Torino me está achuchando para que le grabe de inmediato todas las fotos de Londres. Es como un niño pequeño a veces, así que no va a parar hasta que las tenga. Como hicimos un porrillo, no me caben en un CD y necesito comprar un DVD. Parece fácil ¿no? Así que, como hay una tienda de informática cerca de mi casa, me acerco hasta allí antes de ir a trabajar. Total, sólo va a ser un momentito ¿no?Entro sonriente, sin saber la que me espera.- Hola buenas – y, sin intuir, lo que la siguiente frase va a desencadenar, añado: Necesito un DVD.El chico, muy amable, aún no sabe con quién se las está viendo:- ¿Cómo lo quieres?Y yo, que pienso que bromea, le digo:- De colorines – le sonrío enseñándole todos los dientes que tengo, como un mono del Amazonas- Rosa, mejor.La cara del gurú de la informática y las nuevas tecnologías se ensombrece.- Es broma – Reculo yo- Normal. Lo quiero normal. Sólo es para grabar unas fotos.Él suspira y me señala un montón de tipos distintos ¡Caray! ¡Cuántos!- Me refiero a si los quieres + R o –RAhora la que se pone pálida soy yo:- Lo quiero normal ¿no lo hay normal?Laaargo suspiro: - Mujer, normales son todos –otro suspiro- El DCD+ R es un disco óptico grabable solo una vez, lo mismo que el DVD-R pero creado por otra alianza de fabricantes.- Ahhh… y yo viviendo en este mundo sin saberlo…Más suspiros de él: - A ver ¿qué grabadora tienes?Y yo: Pues una que graba DVDs, no sé.(suspiro aún más largo)- ¿Y cuántos años tiene? ¿es nueva?- Pues noooo… nueva nooo… no tengo ni idea.Él intenta ayudar, lo sé, pero para mi es como si intentase explicarme los orígenes del universo para venderme un huevo. En este momento me gustaría retroceder en el tiempo hasta la linotipia. Me aventuro:- ¿Y no tienes uno que sirva para todo?Él se viene abajo:- Las grabadoras actuales leen +R y –R. Lo pone en el exterior, pero si dices que no es reciente…De pronto tengo La Idea: los niños ya están en la ofi, así que, si lo pone por fuera, me lo podrán averiguar en un segundito.- Espera un momento- le digo triunfal sacando el móvil (imagino que cuando Bell inventó el teléfono se encontraba igual de satisfecho que yo en esos instantes).Llamo a Peibol.- ¿Me puedes hacer un favor?- ¡Claro! Dime- Ve a mi mesa, y comprueba en la CPU…- Cepe ¿queeé??- La caja del ordenador- Ahhhh… pues dime la caja(miro de reojo al dependiente, que empieza a pensar que es víctima de una cámara oculta. Como El Creador es un auténtico bestia de la tecnología, el resto nos abandonamos un poco, la verdad).- Vale, ya estoy delante de la caja- Tiene 2 unidades de CD y DVD… mírame en la de abajo si pone + R o –RLo oigo gruñir al otro lado… y luego un alarido:-Obiiiii. Ven un momento, que no veo una mierdaEl dependiente empieza a desesperarse. Menos mal que no hay otros clientes. Con los nervios, le espeto:- Es que es daltónico- ¿Por qué habré dicho eso?, y añado torpemente: … y un poco miope.Obi se pone al móvil:- A ver, que tienes a Peibol de rodillas en el suelo y me parece que hasta le estoy viendo un poco el culo ¿qué ocurre?- Nada –ahora ya empiezan a arderme las orejas de vergüenza- que quiero un DVD- le digo tímidamente- ¿Y?- Que necesito saber si el mío es +R o –R- Ni idea de qué es eso- Está claro que no nos van a contratar en Silicon Valley.- Mira la bandeja de DVDs de abajo. Tiene que ponerlo- insisto- Aquí no pone nada. Pone RW, pone LG, pone DVD…Cuelgo el teléfono deseando que venga la muerte piadosa y se me lleve.- Oye… que no pone nada de más o menos R… sólo RW- ¡Ahhh! Pues entonces es +R – lo dice como si fuese algo obvio, como de qué color es el caballo blanco del apóstol Santiago…Pone sobre el mostrador 4 cajitas y una pregunta:- ¿De cuánta capacidad lo quieres?Ahora suspiro yo:- Me da igual… sólo quiero grabar unas fotos- Pues con éste te llega- me tiende una cajita.Iba a decirle que si no tienen otra un poco más bonita, que no me gusta que tenga la parte de atrás negra… pero me muerdo la lengua y le pido 10. Sólo necesito uno, pero antes de repetir una escena como ésta me corto las venas y me hago trenzas.

miércoles, 3 de junio de 2009

Hija Prodigio llamando al Planeta Paterno

De vez en cuando, hay que portarse como la buena hija que soy, e ir a comer a Villapollo con mis padres. Tengo dos, uno de cada, y eso, hoy en día, es un bien escaso. Cumplo con mi cometido de Hija Prodigio, y, de paso, les llevo lo que les traje de Londres.Las trufas de Montezuma’s son ya un clásico en mi casa. Mi madre las recibe con los ojillos brillantes y un “Uy, uy, que esto engorda mucho y me está saliendo una barriga…” Mi madre está estupenda, no os llevéis a engaño, pero debe de ser parte de la condición femenina.A Viejo Pachanga, que le gustan los trastos antiguos, le traje uno de esos artefactos que son a la vez brújula y reloj solar. Un acierto. La caja de madera, de lo más sencilla que uno se pueda imaginar, lo fascinó al instante: “¡qué bien hacen estas cosas los ingleses!” decía todo el rato mientras intentaba abrirla.Seamos justos, no es que yo tenga manos de virtuosa del piano, pero afortunadamente no heredé de él esas zarpas.Mi padre es enorme. De pequeña yo estaba segura de quera un gigante de esos que salían en los cuentos. Por suerte –pensaba yo- nos había tocado bueno y no se comía ni a los niños ni al gato con botas.El caso es que no es precisamente mañoso, y yo ya empezaba a temer que la historia de la brújula estuviese tocando fin mientras lo veía mover las diminutas piezas con esos dedos que a veces parecen un manojo de chorizos.“¡Mira! tiene un nivel ¡qué bueno!” y un segundo después “y tres patitas para ajustar la altura ¡ah! Muy bien, muy bien” rumiaba con satisfacción. Yo ya me lo puedo imaginar los próximos días, paseando de un sitio al otro con el juguete nuevo, volviendo loca a mi madre:“Oooooliiiii” Y ella desde el otro lado de la casa “¿Qué quieres?”Y él “Ven rápido” Y ella, que ya lo conoce “Estoy ocupada ¿Es urgente?” y él, insiste “Si, si, corre”Total, que mi santa madre deja lo que está haciendo y va a buscarlo a donde quiera que esté jugando con la brújula.- “Mira, mira. Es una maravilla. Pone que son las 6”Y mi madre resignada: “¿Y????” Y él, arrebatado de ilusión “¡Pues que son las 6!!! Una maravilla ¡Menudo invento”En esos momentos, es inútil pretender hacerle ver que ya existen GPS y relojes digitales, así que mi madre se va, y Viejo Pachanga se queda meditando sobre la ilimitada capacidad del ingenio humano.Como es de esas personas que no saben estar solas, la escena se repetirá cada 20 minutos durante dos semanas… o el tiempo que tarden esas zarpas de oso polar suyas en quebrar algún mecanismo.Entonces, a buen seguro, meterá la brújula en la cajita de madera y la esconderá en alguna parte para evitar que nos enteremos de que ha vuelto a estropear los juguetes.

martes, 2 de junio de 2009

Mamá, quiero ser moderna

Vengo relajada y desenmohecida de Londres y lo más importante: he resistido a la tentación y no he comprado nada que al llegar aquí vaya directo al armario de los disfraces. Siempre me pasa igual. Cada vez que pongo un pie en Brick Lane, me siento más sosa que un plato de verdura al vapor en un banquete medieval ¿Qué demonios hago sin tutú? Mi vestidito negro de French Connection se me antoja el colmo de lo aburrido y daría mi vida por unos calentadores fucsia (aunque rocemos los 30 grados) y unas gafas con forma de corazón.
Toooodo el mundo lleva gafas con pasta de colores, lazos extravagantes, puntillas, diademas, gorros… así que miro con ojillos deseosos un bolero de plumas y un sombrerito con forma de chistera en miniatura y un pequeño velo de tul.
Gran Torino, que a esas alturas del fin de semana está contagiado ya del espíritu “en vacaciones todo vale” me sorprende con un: “Pruébatelo”.
Lo que pasa, es que, en realidad, los mercadillos me dan un poco de repelús (aunque sean mega trendy como éste), y la sola imagen de la chisterita, por mona que sea, de cabeza en cabeza me pone los pelos pinchos… así que mi pulsión de compradora obsesiva-compulsiva se ve bloqueada por la de neurótica de la higiene.
Y, sin atreverme a probármelo, me alejo del puesto con la sensación de estar abandonando al hijo que nunca tuve.
Hay que reconocer que yo soy más de tiendas, así que me voy a la de Montezuma’s a comprar deliciosas trufas y chocolatinas increíbles para mis amigos. No sé si es el mejor chocolate de Inglaterra, no lo he probado todo (estoy en ello)… pero da mucha alegría de vivir.
El único problema, claro, fue que ese montón de chocolatinas no pasó la prueba de la báscula de los repelentes del aeropuerto de Stansted. Gran Torino, a pesar de facturar, tuvo que dejar allí el vino, el champú… sacar de la maleta un jersey y una cazadora… y apelar a la compasión de la señora del mostrador de facturación de Ryanair. Lo dicho: raza cruel.
A mi micromaleta le colgaron una etiqueta de sobrepeso (a este paso me va a coger un trauma) y me pintarrajearon el billete para que no hubiese escapatoria posible.
Al final, la triquiñuela de colocar el bolso debajo de la chaqueta doblada de GT sirvió, y subimos deprisita al avión, no fuera a ser que nos tocase ir sentaditos sobre un ala.

P.D. El Andaz es maravilloso. Se escapa por completo del concepto de hotel convencional, con sus obras de arte, sus productos ecológicos, su recepción abierta y esa decoración "casual luxury" desenfadada pero impactante. Impresionante el Salón Masónico. Me hubiese gustado quedarme a vivir en esa suite increíble de diseño y techos altos… pero no pudo ser