martes, 23 de marzo de 2010

Descapotada

Yo soy una de esas personillas humanas que cuando se suben a un coche en verano, mientras los demás chillan “pon el climaaaa y bajad las ventanilllas, me asoooo”... me esponjo de gustillo. Mucho rato no, que si no transpiro, y eso no.
Habitualmente paso más frío que un pobre mono del Amazonas al que su desaprensivo jefe ha destinado a Alaska.
Vamos, que soy rara y friolera y eso lo sabe todo el mundo. Entonces ¿Cómo se me ocurre comprar un descapotable?
Creo que soy algo coquetuela e insensata.
Lo que no entiendo es que entre los docemilquinientostreintaycinco argumentos que tuve que escuchar pacientemente para que no me comprase el transformer a nadie se le ocurriese darme el definitivo, el único al que (quizás) hubiese atendido:
Vas a pasar más frío que un mono.
Así es. Empieza la primaverilla y estoy toda contenta porque puedo darle a un botón y despelotar el coche (Nota: ya he aprendido a mi manera, dándole a lo loco a todo lo que encuentro y viendo qué pasa... como las ratas de laboratorio)... así hasta me apetece más ir al algodonal.
Saco el coche del garaje (también he aprendido esto después del rascazo del tercer día) y lo descapoto plena de satisfacción canturreando como una posesa “Noches reversibles” de Love of Lesbian. Gafas de sol y los rayos brillando sobre el capó reluciente. Perfecto. Allá vamos.
Arranco despacito porque yo conduzco así, hace buen día... y hay atasco, que es otra buena razón. Canto y soy bastante feliz bajo el sol de la primavera incipiente. Miro a los otros esclavitos que también van a sus algodonales y van ceñifruncidos... yo no. Es primavera y canto bajo el sol.
Atravieso la rotonda y puedo pisar el acelerador. Mola. Subo la música y canto más alto.
De pronto me doy cuenta de que tengo que subir mucho la música porque hay un ruido infernal: el viento (culebras, rayos y centellas)
Jo.
Un escalofrío me estremece ¡maldición! Sólo llevo una camisa. Mierda, mierda. Tengo el abrigo en los asientos de atrás. Intento cazarlo con una mano y un coche me pita porque, al parecer, estoy invadiendo un poco todos los carriles.
¡Qué desconsiderados! ¿No ven que estoy pelándome de frío?

Desisto de ponerme el abrigo en marcha y decido subir la temperatura del clima. 29 grados. Buena idea.
El sistema funciona... salvo por el pequeño detalle de que tengo la nuca como para fabricar helados.
Llego a la ofi con la nariz como una berenjena y un estilismo similar al de Alaska en los 80.
Tengo que perfeccionar el sistema o comprarme unos calentadores y unas mallas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario