viernes, 5 de octubre de 2012

Esplendor sobre el cemento

Pequeña Gran Jefa me sorprendió el otro día proponiéndome que la acompañase al mercadillo. Aunque la ceja derecha se me arqueó contestona acepté sin rechistar porque siempre me río mucho con ella y además dicen que es bueno probar cosas nuevas.
¡Ja!
Nunca te fíes de las cosas que se dicen por ahí de manera anónima. De ser cierto, seguro que los de la Universidad de Massachussets hubiesen hecho algún estudio para que Danone nos acabase vendiendo algo.

Hasta los monos del Amazonas saben que los mercadillos me dan un poco de repelús por aquello de la higiene y tal. Además, yo soy muy de mis comodidades y en las tiendas me siento como en casa.
Mi única experiencia al respecto se limita a los que visito cuando viajo, pero nunca me he atrevido a comprarme nada porque no me gustan las cosas que estén bajo sospecha de haber sido toqueteadas por alguien ajeno a mi. Tampoco las personas, para ser francos.

No es que sea una gran experta, eso está claro, pero yo ya sospechaba que en ASV no hay mercadillos trendy como Old Spitafields, ni  que queden bonitos para las fotos como el de las Pulgas o el Mercato Nuovo, y esa mañana se hicieron realidad mis peores sospechas.

En ASV no hay un bonito mercadillo en la zona antigua con piezas vintage y artesanía... No: Hay una explanada en la que podría aterrizar la nave de encuentros en la tercera fase llena de puestos regentados por los protagonistas de callejeros cuando se endomingan.
Porque mira que se curran los estilismos, que yo he visto edificios con menos cemento que el que hace falta para sostener algunos de los intrincados peinados que allí se exhiben.
El mercadillo tiene un código de vestuario más estricto que el de la Gala de entrega de los Nobel. Distinto, sí, pero al milímetro.
Por lo visto es de rigor la yuxtaposición de marcas tales como Dolche y Guanche, Toni Hilfinge o Armami. Cuanto más grandes los logos, mejor.

Tampoco se puede obviar el tamaño de las prendas: aquí menos es más. Hablo de la cantidad de tela, claro. No importa que la cazadora de polipiel les corte la respiración o que el largo de la falda permita hacer un estudio sobre la incidencia de la depilación brasileña en la población.
Yo esto del apretaíllo lo veo muy cómodo, porque en caso de que se hagan un corte que sangre mucho ya se ahorran lo de hacerse un torniquete.

La verdad es que allí no había nada de lo que yo había imaginado, pero había un montón de cosas que ni siquiera podría imaginar.
Prendas de colores tan estridentes que no haría falta el chaleco reflectante si un día se te queda parado el coche y tienes que bajarte del coche. Muy práctico, oye.
Bolsos de todos los tamaños y formas del perrillo que siempre va con prisa, medias por 4 euros como para pasarte el invierno sin poner una lavadora ... aunque nadie te garantiza que esos tejidos radioactivos no te vayan a necrosar las piernas.

Y en medio de todo aquello, el tesoro de Ali Babá: un puesto de bisutería de tan buen gusto que resultaba tan chocante como ver a Grace Kelly descargando pescado en un puerto. Pequeña Gran Jefa preguntó por unos pendientes en oro mate a la responsable de todo aquel brillerío y ella negó con la cabeza.

- Yo se los vendo encantada, pero lo que se lleva ahora es el oro brillante como éste que sacó Chopard en la alfombra roja de los globos de oro- dijo mostrando unos pendientes labrados- o estos que son como los de Bulgari.

Creo que me di cuenta de lo abierta que tenía la boca cuando la barbilla me rozó el suelo al oír los argumentos de aquella gitana en mitad de todo aquel "venga que me lo sacan de las manos" y "que lo tengo regalado".

- La señora tiene razón - le dije a Pequeña Gran Jefa- el oro mate está completamente demodé.
- Lo que le pasa a ella es que aún no se ve con el oro brillante, a pesar de que es tendencia desde hace dos temporadas... Ya me lo vendrá a pedir cuando se lo vea a otras.

Casi le hago una reverencia a aquella mujer y a su lógica aplastante... En parte por lo acertado de sus razonamientos, y en parte porque la jefa me empujó literalmente a comprarle una bangle esmaltada  muy bonita (sobre oro brillante, claro) y por poco me dejo los dientes en el asfalto.

Dejamos aquel pozo de sabiduría y comenzamos nuestro camino de regreso cuando una voz estridente nos sobresaltó:
- ¡La de la que sabe se aprovecha, niña! La faja que lleva Beyoncé en su última gira.
Una mujer oronda blandía unos pantalones reductores en color carne junto a una foto de la cantante con la falda al vuelo.
Me alegré horrores de no ser famosa para que mi culo no formase parte de la inspiración de todas aquellas señoras cuando se compran una bragafaja.

martes, 2 de octubre de 2012

El único retorno molón es el del Jedi

Telepolvo se piensa que soy su chica Boomerang. Cada vez que rompe con alguna novia le saca brillo a su dialéctica de conquistador e intenta que me trague alguno de sus cuentos chinos para niñas del japón. Digo yo que éste ha debido de ver muchas películas de esas que ponen en Antena 3 después de comer.

Así llevamos muchos años: él insiste, yo le digo que no. Él finge que le importa y yo finjo que me lo creo.
Luego él acaba conociendo a alguna chica, sale con ella dos años y luego volvemos a empezar. Y tan amigos.

El otro día fuimos a ver Madame Butterfly porque él es eso a lo que llaman "un gran melómano" (aunque a mi me suena a insulto de los gordos) y se recorre toda Europa en plan groupie de la ópera.
Yo no debo de ser una persona nada sofisticada, porque a mi eso me parece tan cansado y tonto como los que van siguiendo a David Bisbal. Vale que en el descanso de las óperas te ponen cava... pero yo siempre encuentro cosas mejores en las que emplear mi tiempo antes que en coger 6 aviones en 4 días para ver 3 representaciones en 3 países diferentes.

Esta vez no estaba Ryanair de por medio y yo me apunto a casi cualquier cosa que me permita ponerme unas sandalias con plumas, así que le cedí la tarde del domingo al drama ajeno.
Lo más guay de estas cosas es que entramos por la entrada de artistas, que me va al pelo porque me permite fisgar y decirles a todos los que van  pintarrajeados "mucha mierda" como si yo supiese quién es éste o aquél. Como se despisten un día me cuelo en el escenario, que a mi esto de husmear un día me va a traer un disgusto.

Las óperas son más largas que la niñez de Heidi. Como me las dejasen a mí les metía una tijera que se iba a reír De Guindos: sólo dejaba las arias bonitas y lo que viene siendo el nudo y desenlace de toda la vida. Ni introducción ni paparruchas.

Puede que influya que a mí los únicos dramas que me van son los míos propios, y por eso al ver a aquella mujer sufriendo tanto porque un marido al que a penas conocía se va a América y la deja 3 años sin mandarle un mísero guasap ni nada, sólo me da ganas de bajar al escenario y darle una colleja. Que yo puedo entender que en aquella época no había "Hay una cosa que te quiero decir" para que el hijo emulase a Marco... pero yo no le veo la lógica a que, cuando él vuelve, casado con otra, y descubre que es padre se le ocurra que lo mejor es llevárselo para que lo cuide la americana sacándoselo a su legítima madre. Y ni pensión de alimentos ni adjudicación de vivienda habitual ni nada.
Ella no se va a buscar un abogado, ni lo mata y asesina... sino que decide suicidarse para evitar que el hijo tenga que mandarle muchas cartas desde los Estados Unidos que le son muy caros los sellos.
Total, que una vez que vi que aquella mujer lo que tenía era una anuptafobia que no la iba a llevar por buen camino, también me di cuenta que había otra persona que debía de estar tan aburrida como yo: el tipo de los platillos.
Me dio mucha pena. Mientras el resto de la orquesta tocaban los violines o instrumentos serios, él tenía que estar arrepintiéndose muchísimo del día en que escogió su trabajo.
Imagino la bronca que le echaría su madre por no haber buscado otro instrumento que le luciese más en las comidas familiares... porque no es lo mismo chulear delante de las amigas de que tu hijo es pianista, que puedes obligarlo a que toque en la boda de una prima segunda. Eso no lo puedes hacer si toca los platillos:
- Fulanita ¿aceptas a Menganito por tu legítimo esposo?
(y el primo de los platillos: Chaaaaan)
- Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre
(Tachaaaaaan!)

Fijo que el cura se mosquea.

A lo que iba, que me disperso: que me dio mucha lástima verlo allí sin nada que hacer. El pobre se había puesto todo elegante para nada, porque además al estar en el foso tampoco le lucía el traje nada.
A lo mejor era un vago, pero incluso así me pareció terrible tener que estar allí todas esas horas oyendo la misma ópera en bucle día tras día.

Total, que al fin se suicidó la Madame Butterfly y nosotros pudimos irnos a cenar.
Como eran las mil, acabamos en uno de los restaurantes a los que va todo el mundo al salir de la ópera... y aparecieron los de la orquesta. El chico de los platillos estaba  aún más guapo de sport.
Mientras Telepolvo comentaba cosas sesudas con el director artístico, yo ronroneé como una gatita hasta que se acercó.
Le ofrecí la más radiante de mis sonrisas y mentí como una bellaca acerca de lo que me había gustado. A pesar de no tener buen ojo para escoger los trabajos era encantador.

Telepolvo nos interrumpió: teníamos que irnos.
- ¡Ah!... has venido con tu novio...- dijo él
- Noooooo ¡Sólo somos amigos! - sólo me faltó decirle que no había visto a aquel fulano en mi vida.
- Pues si quieres venir a otra representación puedo conseguirte entradas.
- Ya... gracias, pero no soy muy de repetir.
- Bueno, pero puedes venir cuando cambiemos de obra... - aclaró él bastante ojiplático.
- En realidad al que le gusta la música clásica es a mi amigo. Yo soy indie de toda la vida.
- Pues vamos a ver un concierto de un grupo que te guste a ti, si prefieres
- Es que me tengo que ir, que mañana es lunes.

Y me fui dejándole con la boca más abierta que uno de aquellos platillos.

Telepolvo estuvo callado hasta que llegamos al coche:

- Oye, sabes que estaba intentando pedirte el teléfono para quedar otro día ¿no?- preguntó al cabo de un rato
- ¡claro!
- ¿Y por qué no se lo has dado?- quiso saber.
- Toca los platillos ¡Imagínate que se trae el trabajo a casa!