miércoles, 14 de noviembre de 2012

Resistencia pacífica en los bares

Desapruebo cualquier cosa que me impida campar a mis anchas por tiendas o bares, por lo que las huelgas me parecen una pesadez... con independencia de que pienso que no sirven de nada excepto para que los sindicatos y los políticos tengan otra ocasión de demostrar su falta de sentido común en los informativos.

Como ya había asumido que hoy para trabajar tendría que convertir mi casa en una suerte de taller clandestino unipersonal, me pareció una excelente idea ir a tomar algo con Alegre Kitty y La Mítica.   Ingenuamente habían planeado pedirse unas cañas y retirarse a las 12, en plan cenicientas proletarias... pero  yo insistí en picar unos chipironcitos para ayudar a asumir las copas que era obvio que vendrían después. Y menos mal.

Nunca he entendido por qué la gente se empeña en sudar a chorretones en el gimnasio cuando podrían buscarse unas amigas que te hacen reír hasta que no te queda ningún abdominal sin ejercitar. Es mucho más divertido y bastante menos deshonroso.

Tanto nos reímos que pasaron los piquetes y nosotras estábamos aún dentro de una vinoteca tratando de no caernos de las sillas por las carcajadas. Fue entonces cuando nos acordamos de lo de la huelga y decidimos salir a ver cómo estaba de animado aquello... pero sólo encontramos dos docenas de niñatos agitando banderas como si fuesen a un koljós y hubiesen aparecido en el desfile del cuatro de Julio.
Nosotros salíamos de la vinoteca, y como estábamos muertas de risa no entendimos muy bien qué farfullaba repetidamente el post-adolescente del megáfono, así que Alegre Kitty se acercó a él y le preguntó educadamente:

- ¿Qué dices? ¿Que tenemos que hacer qué?

Según mi experiencia personal la gente de las procesiones tiene graves problemas de tránsito intestinal. Deberían hacerle caso a José Coronado y tomar alguno de esos yogures, a ver si les mejora la regularidad y el sentido del humor.

Como vimos que no agradecían nuestro interés, decidimos continuar de copas.
El problema fue que aquellos aprendices de bolcheviques habían dejado cerrados todos los bares a su paso, igualito que la peste en el siglo XIV.

Fuimos a un local que nos dijeron que estaría abierto y, aunque estaba lleno de gente, el tío de la puerta intentó fingir que estaban cerrando.
- ¿Cómo no nos vas a dejar entrar?- le dije señalando a mis amigas - ¿no ves que es La Mítica?
- Y ella te dejará un enorme hueco cuando se vaya- apostilló La Mítica señalándome
- Pues yo soy la fácil- añadió Alegre Kitty con una sonrisa

Y nos dejaron pasar, claro.
Lo que pasó fue que al camarero se le subió a la cabeza la canción de los Secretos y se puso chulo porque creyó estar detrás de la barra del único bar que vimos abierto... así que fuimos a recoger el coche para irnos al centro.
De camino al parking pasamos por la comisaría y vimos a varios policías aburridos, y como somos la mar de majas les hicimos señas para que saliesen. Alegre Kitty estaba en racha:
- Oye, venimos de la zona vieja y los piquetes han cerrado todos los bares- se quejó al amable agente que salió a ver qué queríamos
- Imagino, pero no podemos hacer nada - se excusó él
- Ya... pero ahí dentro ¿no tendrás una maquinita de esas de moneditas?
- Nooo
-  Pues queremos tomar algo y está todo cerrado. Venimos de Asturias ¿Seguro que no tenéis ahí una de esas maquinitas de moneditas?
- Que no, seguro
Alegre Kitty lo miró de arriba a abajo
- Cueeeerpo nacional de policía... ¿tenéis porra?
- Dos - Hay que reconocer que el tipo tenía paciencia
- ¿y ahí dentro no tendréis una habitacioncita?
- ¿Una habitación? No
- ¿Cómo que no? ¿Y si detenéis a alguien a dónde lo lleváis?
- Al calabozo
- ¿Hace frío en el calabozo?
El policía se encogió de hombros
- Creo que no
Alegre Kitty juntó las manos y se las tendió
- ¡¡Espósame entonces!!

La Mítica y yo no podíamos parar de reír, pero ella aún no había dado por concluida la conversación. Miró el coche patrulla que estaba aparcado frente a la comisaría.

- Mmm... Un citroën... eso tiene pinta de tener una neverita
- Que nooo
- ¿Y no tenéis en la comisaría una de esas maquinitas de moneditas?
- ¿Otra vez? ¡que no!!
- ¡Es que tenemos sed!!
Ahí nos la llevamos, porque empezábamos a vernos comprobando con ella si en el calabozo hacía frío.

Subimos al coche de La Mítica y volvimos a pasar por la comisaría... y allí estaba el amable agente con sus pacientes compañeros. Alegre Kitty bajó la ventanilla.
- ¡¡Ehhh!! ¿Sería tan amable de indicarnos dónde podemos encontrar algún bar que esté abierto?
El policía se acercó y le indicó el cruce que teníamos delante
-¿Veis esa rotonda?
- Si
-Pues la cogéis a la derecha y como a 50 kilómetros está Otra Ciudad.

Mítica aceleró rumbo al centro a pesar de las protestas de Alegre Kitty, y encontramos abierto el típico bar con paredes negras y lámparas de cristales.
Tomamos la última y al salir, mi inspirada amiga decidió quejarse porque no tenían la cerveza que a ella le gusta. El camarero se disculpó.
- No le protestes a él- le dije señalándole al propietario del pub- discútelo con él, que es el jefe
El dueño del bar se acercó más hinchado que un pavo
- ¿Qué se os ofrece?
- ¿Tú eres el jefe? - le preguntó Alegre Kitty observándolo
- Psiii... algo así- sonrió él henchido de satisfacción
Ella lo miró de pies a cabeza
- Pues ahora ya me gustas más

Nos la llevamos de vuelta al coche mientras ella seguía diciéndole que tuviese allí su cerveza:
- ¡Compra un pack de seis!- le gritó

Estoy por ir hasta allí un día para ver si hizo caso de su sugerencia.