martes, 27 de abril de 2010

Implementando medidas de ahorro

Obi-Wan se está chiflando. A mi hasta me da un poco de pena. La ambición es una cosa muy mala que hace que la gente pierda la cabeza.
Yo lo aprendí de pequeña, leyendo los comics de Iznogud, que decía todo el rato “quiero ser Califa en lugar del Califa” y acometiendo ese proyecto vital le pasaban múltiples desdichas.
Después supe de Bonifacio VII, que este ya era un señor aparentemente humano que lo que quería es ser Papa. La gente tiene gustos extravagantes.
Tanto quería Bonifacio ponerse el cucurucho blanco en la cabeza (que papamovil no había entonces), que tuvo que estrangular al Papa legítimo, robar parte del tesoro de la Iglesia, huir... y así por dos veces.
A mi me parecen demasiadas molestias para un trabajo, francamente.
Hasta los monos del Amazonas saben que yo, pudiendo escoger, me pediría ser Superheroína, que se me antoja un trabajo muchísimo mejor por aquello de los superpoderes.
Me fliparía tener rayos láser en los ojos (aunque tendría yo bastante peligro cuando me enfado), o, en su defecto, volar.
Lo que ocurre es que, por mucho que me fijo, no he encontrado ninguna oferta en Infojobs. Estoy empezando a pensar que esos puestos deben de darlos por enchufe.

A lo que íbamos: Obi-Wan quiere ser gerente.
Yo creo que alguien le ha tomado el pelo, porque en realidad a mi me parece un recadero con ínfulas.
Se pasa el día llevando y trayendo al Creador cuando no tiene ganas de conducir, acompañándolo a comer cuando no encuentra con quién, llamándolo por teléfono para despertarlo cuando tiene compromisos por la mañana...
Una especie de mayordomo con i-phone.

A mi me llama la atención que no se cosque de que hay algo raro cuando en una plantilla de 5 personas hay un director (propietario y, a la sazón, Master del Universo de Golfos Apandadores S.L)... y otro gerente a parte de él.
Si yo estuviese en su pellejo me parecería extraño eso de la “gerencia compartida”... sobre todo porque el resto de los “empleados” son una becaria, y un espíritu libre como yo, que me las he arreglado para figurar en el organigrama como un satélite independiente.
Eso de hacer un organigrama de una empresa de 4 personas resulta tremendamente divertido, a mi entender. Comprendo que para otras compañías, que se dedican a trabajar y a generar beneficios, resulte una pérdida de tiempo, pero nosotros empleamos 5 meses de deliberaciones y contratamos a un consultor que venía de PricewaterhouseCoopers para que la cosa quedara clara.
Fue bastante genial, porque nos entretuvimos mogollón intentando decir de un tirón el nombre de la consultora de la que provenía el Genio de las Consultas... pero no sé si un director, dos co-gerentes, una directora de área ácrata (uséase, servidora) y una becaria es un organigrama muy convencional.
Así somos nosotros.

Después de varios meses, las cosas siguen como estaban: cada uno a su bola. Es un sistema de trabajo curioso en el que nunca nada sale como habíamos previsto.
He de proponerle al Creador que contrate otro Genio de las Consultas para averiguar por qué.

Yo, que soy de verle el lado bueno a todo, he decidido que, aunque un poco desconcertante, el Sistema tiene como positivo que nunca caemos en la rutina. Uno podría pensar que el caos constante puede llegar a ser reiterativo... pero os garantizo que no.
Hoy Obi-Wan volvió a dar la sorpresa.
Resulta que trabajamos con unos equipos Mac que tienen unos ratones inalámbricos superchulos que chupan tantas pilas como Massiel Almax: a dolor.
Hoy volvieron a acabarse las del mío y así se lo dije a Obi-Wan, que guarda bajo llave las cosas importantes para el funcionamiento de la empresa, es decir, las pilas y los bolígrafos.
Las facturas y los contratos prefiere dejarlos sobre la mesa. Él es así de innovador en sus métodos.
Obi-Wan puso cara de importancia para hacer la siguiente declaración frente a todos los presentes (la becaria y yo, claro):

- He introducido un Plan de Ahorro, así que ahora os turnareis unas pilas recargables.

A mi no me gusta parecer irrespetuosa, pero me reí tanto que hasta creo que tengo agujetas en la barriga.
Como pensé que era un chiste, le pregunté si también nos turnábamos lo de trabajar... Quizás debamos contratar otro Consultor para nos ayude a cuadrar los turnos de modo que coincidan con el rato que te tocan las pilas del ordenador.
Después de reírme un buen rato, viendo que el Plan de Ahorro de Obi-Wan era un tema serio y que no tenía intención de abrir el Armario de las Pilas y los Bolígrafos... cogí las pilas de otro ordenador y regresé a mis quehaceres.
No estoy muy segura de que a Obi-Wan le haya gustado mi imporvisación frente a su Plan de Ahorro pero, como os he dicho, aquí en Golfos Apandadores S.L somos todos muy creativos.

viernes, 23 de abril de 2010

Los plumíferos y yo

Si hay algo que me provoca auténtica repulsión, a parte de los pantalones bombachos, son los pájaros. Lo saben hasta los monos del Amazonas que están sin escolarizar.
No penséis que tiene nada que ver con la peli de Hitchcock... Me encanta Tippi Hedren vestida por la increíble Edith Head... pero los pájaros me ponen nerviosa. Las palomas y las gaviotas las que más.
Me aterroriza cuando bajan planeando y las veo venir hacia mi ¿querrán sacarme un ojo las puñeteras?... Aunque reconozco que las únicas agresiones que he sufrido de estos bichos es el robo de una pizza en el Bush Garden por parte de una gaviota y las inoportunas (y corrosivas) cagadas de más de una.
No entiendo que los padres dejen jugar a sus niños con palomas ciegas, con muñones y con las plumas tan deterioradas que parezca que compartan peluquero con Karmele Marchante.
Además de una horripilancia ¡menuda cochinada!
Y allí están los niños (a los que previamente han desinfectado, pasteurizado y cocido al vapor sus chupes por si tienen caca...) correteando tras los infectos seres alados propagadores de trogollón de enfermedades.
Menudo festín de virus, bacterias y porquerías variopintas.
En fin, que debo de ser rara.

El otro día estaba preparando el desayuno y lo oí.
-Uuuh, uuuh

¿Qué es eso? Habré oído mal.
- Uuuhhh, Uuuuh

Raro. Muy raro y suena en en tubo del extractor. Me subo a la encimera y acerco la oreja al tubo plateado.
En esto entra Heathcliff en la cocina y me ve allí subida sobre la lavadora, en camisón y con la cabeza pegada a la pared.

- ¿Estás castigada? ¡Pero si aún no has tenido tiempo de portarte mal!
- Heathcliff hay un búho asqueroso
- ¿Un búho? ¿Cómo va a haber un búho a estas horas de la mañana?
- Que sí, escucha.


Así que Heathcliff se encarama sobre la repisa y también acerca la oreja.
Esperamos.
Nada.
Esperamos otro poco ¡Qué rabia!
Nada
Heathcliff tiene poca paciencia:

- Oye, tu búho ha pedido traslado. No se oye nada.
- Que sí, que sí, que lo oí dos veces antes de que llegases.
- Sería otra cosa, anda, vamos a bajar, que esto es ridículo.
Reconozco que la estampa de los dos recién levantados, apretujados sobre la encimera de la lavadora y pegando la oreja a un tubo de papel albal tiene delito... pero mi talento compositivo no funciona hasta más avanzado el día, por lo que se ve.
... Pero me fastidia que Heathcliff no oiga al bicharraco emplumado

- Yo me quedo, aquí hay un búho.
- Vale, como quieras. Ya sigo yo con el desayuno mientras tú sigues al acecho ¿Dónde guardas esos croissants que me gustan?


-Uuuhh
Yo exultante de triunfo. Me encanta tener razón, lo reconozco.

- ¿Veeeeeees?
- Sí, muy bien. Tienes un inquilino, aunque dudo que sea un búho. Bájate de ahí.
- Dí que tenía razón
- Tenías razón. Un búho okupa se ha instalado en el tubo de extracción. Baja, anda.

Heathcliff me tiende los brazos igual que hacía mi abuelo para bajarme del muro de la playa después de limpiarme la arena de los pies... Sólo que en la playa no había muebles de cocina.
Coscorrón.
-AAAyy
Con el impacto algo falla y tiro con los pies el café. La jarra vuelca y el líquido negro se desparrama empapando los bizcochos que había colocado milimétricamente sobre uno de mis platos de Limoges favoritos. El platito se tambalea por el golpe de la jarra.
- Nooooo
El plato se inclina hacia un lado, se inclina hacia el otro, se acerca al borde de la encimera... Heathcliff reacciona, agarra el plato y me suelta...
Pataplafff... Caigo como un saco de patatas sobre la baldosa helada.
Heathcliff se queda mirándome con el plato chorreante de café y bizcochos pachuchos en la mano.

- Eras tú o el plato de las hojas que tanto te gusta- se disculpa.
- Ya... pues voy a tener moratones hasta dentro de un mes.


Heathcliff me mira con curiosidad, despatarrada sobre el charco de café
- Oye... ¿por qué siempre te pasan estas cosas?

Eso quisiera saber yo.

Esta mañana, mientras el café se hacía en la cafetera inundando el aire con su delicioso aroma, me entretenía mirando por la ventana disfrutando de unos instantes de felicidad.
Me encanta oler el café mientras se hace.
De pronto, una paloma se acerca volando hacia mi ventana y desaparece justo tras el tubo de extracción. Después viene otra.
¡Máldito Heathcliff! Tenía razón. No era un búho. Eran las marranas de las palomas imitando a los búhos ¡malditas suplantadoras!
Prefería un búho.

miércoles, 21 de abril de 2010

Gangas en la sección de taras y oportunidades

Que estoy en mala edad es una verdad más evidente que las operaciones de Nicole Kidman. Yo me encuentro bien, os lo juro, no me noto síntomas... pero hay en mi entorno tal intranquilidad que a veces sospecho que los demás piensan que estoy contagiada de una enfermedad mortal y no me quiero curar.
Se llama soltería a los 34 y por lo visto es maligna.
Ayer llamo a mi tía. Me coge su pareja:
- ¿Qué? ¿Cuándo te casas?- me dice por todo saludo
- Lo he hecho la semana pasada, pero he preferido no invitarte para que no me avergüences- le digo.

Después había quedado con Telepolvo. Es un buen amigo, pero últimamente está algo extraño: en las dos últimas semanas me ha invitado a pasar el finde en Mallorca y a una Ópera que me encanta en el Real.
Llamadme desconfiada, pero a mi me dio que pensar... y no me equivoqué. No llevábamos ni 10 minutos tomando una caña cuando me espetó:

- ¿Y qué? ¿tienes novio ahora?

Uuuuuuuy.... ya empezamos

- Si
- Mentirosa, ¡que te conozco! tú no sales con nadie
- ¿Y para qué preguntas?
- Porque yo tampoco tengo novia y últimamente pienso mucho en que nos podría ir muy bien.

Flipo.

- No
- ¿Cómo no?
- No. No nos podría ir nada bien.
- Pues lo pasábamos muy bien juntos
- ¿Y? también ahora
- Ya... pero podría ser mejor ser novios
- Que no
- ¿Por qué no?

¡¡Ufff! ¡qué agotador!

- Porque no me apetece
- ¿Por qué?
- ¿Pero se necesitan motivos para no salir con alguien?

Aquí es donde empiezo a perder la paciencia. Adoro a Telepolvo, me parece divertido, listo y entrañable... pero tiene 28 años y me desquicia.
El resto de la conversación fue del estilo e insufriblemente larga. Cuando me pareció que ya había dado suficientes excusas rocambolescas le dije que tenía que irme.
- ¿Cenas? - me dice
- ¿Cómo si ceno? ¿quieres saber si lo hago habitualmente? Si
- Pues te invito a cenar
- Noooooo
- ¿Por qué no?


¡Aaaaaaay! Telepolvo parecía haber sufrido una regresión a los 3 años y yo me sentía como su madre atendiendo con estoicismo su fase del por qué.
Cuando conseguí deshacerme de él, después del inevitable “momento cobra” en el portal, veo que tengo una llamada perdida de un conocido al que no veo desde hace años.
Me alegro mucho de saber de él y lo llamo.
Hablamos del trabajo, de cómo está la profesión y esas cosas y, de pronto...

- Oye ¿y tienes novio?

¡Uuuf!

- No
- ¿Sabes que he pensado mucho en ti últimamente?


¡Oh Dios! ¡Otra vez noooo!

- ¡Ah! ¿tienes pesadillas? -le digo
- No precisamente. Querría saber por qué siempre me has dado calabazas.
- Porque tienes cien años más que yo y a mi me gustan los chicos indecentemente jóvenes
- Humor, humor, evasión por medio del humor.
- ¡Uy qué mala!
- Ya ves. Como un demonio.
- Oye... ¿sabes en qué he estado pensando?
- A ver, sorpréndeme - a estas alturas del día ¿qué más me podía pasar?
- Que sería genial que nos fuésemos juntos a vivir a Cabo Verde. Es un sitio ideal.


Hago desde aquí un llamamiento a los sabios más sabios del universo ¿qué se le responde a un colega profesional al que hace por lo menos 4 años que no ves y te llama por teléfono para proponerte que te vayas con él a vivir a una isla africana?
Así, a las bravas. Por teléfono. Sin poder arrearle con nada en la cabeza. Sin verle la cara para saber si tiene espirales en los ojos girando a toda pastilla como los locos de los dibujos animados.
Yo es que debo de ser muy rara, pero a veces pienso que la gente se cree que las relaciones son como la sección de oportunidades del Corte Inglés, y se afanan por revolver entre los zapatos desechados rezando para encontrar un par no demasiado estropeado.
Nunca me han gustado esas cajas. No soy muy de pelearme con las viejas por un par de zapatos. No lo haría ni por el último Manolo Blahnik del universo a sólo 30€... vamos, me encantaría encontrar unos Manolos a 30€, pero es que yo soy desconfiada y seguro que pensaría que, o es falso, o tiene una tara de las gordas.

lunes, 19 de abril de 2010

Atrapa a un ladrón (y pégale una patada voladora)

Pesa sobre mi una orden de alejamiento. No sé de cuántos metros porque la autoridad competente, uséase Gran Torino, no ha tenido a bien notificármelo. La duración del castigo es de varios días, pero tampoco se sabe con exactitud cuántos.
La sanción nos permite ir juntos al cine, que no está mal, pero ni un cochino beso ni un mísero abrazo.
Peor que un perrillo. Sólo le falta comprarse una correa de esas regulables y llevarme así por la calle.
La cuestión es que el sábado ya empezó mal la cosa. Aprovechando que el domingo él no tenía uno de sus habituales partidos, habíamos quedado en hacer algo... algo impreciso que suponía comer juntos después del baloncesto y hacer una excursioncilla.
Pues el sábado por la noche, antes de cenar, Gran Torino me comunica que se había olvidado de que, justo el domingo (uséase, unas horas después, sin dejarme a mi mucho margen de maniobra) ya había quedado para comer... era un compromiso previo, así que ni duda cabe de que la comida que sacrificaba de su apretada agenda era la mía.
A mi con estas cosas se me pone cara de limón y no lo puedo remediar.
Y si yo pongo cara de limón, él de vinagre... y ya tenemos el aliño listo para la tercera guerra mundial.
Cenamos sushi, una tempura de verduras, y una botellita de A Coroa, precedida de una copita “pre”.
Importante lo del menú, para que cada uno haga sus cálculos.
Esto de enfadarse es un poco rollo, porque a mi me cuesta bastante trabajo estar mucho rato de malhumor, y prefiero hacer las paces rapidito y seguir siendo felíz, que me gusta más... así que la cena fue relajada y nos fuimos a tomar algo. Entiéndase por algo 2 copazos.
Aquí también lo pasamos bien, pero al día siguiente madrugábamos y Gran Torino quiso irse. Nos fuimos.
De camino a casa a Gran Torino se le ocurre entrar en un bar a tomar “la última”. Y entramos.
Nótese que soy obediente y a pesar de que debería estar un poco chinchada porque me había chafado los planes domingueros me estaba portando superbien. Esto es importante para mi defensa, creo yo.
El bar en cuestión era un antro de pi-jipis. Reconozco que no es un lugar de mi predilección, y que la gente con poca querencia por la ducha y el aseo personal me pone un poco de los nervios... pero entré y pedimos una copa felices de la vida.
En estos bares no son frecuentes los guardarropas, y éste no es una excepción, así que dejé mi trench sobre una especie de baúl que estaba a menos de un metro de donde nos encontrábamos y pedimos.
Tres segundos después (tres segundos, lo juro por Dior) eché un vistazo al baúl para asegurarme de que mi trench seguía allí... Y no estaba.
No es la primera vez que me roban una cazadora por la noche. No es la primera vez y lo odio. Odio perder la prenda, odio tener que irme a casa desabrigada, odio la cara de tonta que se te queda... odio que la gente sea tan mezquina.
Me puse triste y de mal humor. Gran Torino me sugirió que buscase en el baño por si alguien lo había cogido por error (nada), sobre las barandillas (nada), en el perchero de la entrada (...nada).
Me enfadé más, mucho. En concreto me puse como una hydra a la que le cortan una de sus cabezas. Te vuelven a crecer, pero duele.
Le dije a Gran Torino que me iba, porque me parecía absurdo quedarnos tomando la copa allí tranquilamente como si nada...
Gran Torino espera de mi que sea como la tía abuela de un amigo mío que cuando su cuñado le dio la noticia de que los altos hornos de Vizcaya se habían hundido, y que como consecuencia ella estaba arruinada, ella le dijo por toda respuesta:

- Dinero fácil, fácil se va ¿más té, querido?


Yo no. Yo soy más de melodrama y tragedia griega, así que me fui de allí llorando a lágrima viva por las injusticias del mundo y la mala fe de quien se apropia de los trenchs ajenos.
De pronto, me doy cuenta de que estoy sola y ni si quiera sé muy bien dónde. Llamo a Gran Torino y no me coge el móvil. Lloro más y sigo andando. Estoy perdida en mi propia ciudad, sólo llevo una chaqueta finita y tengo frío. Frío y rabia.
Me suena el móvil y es Gran Torino. Enfadado (encima) porque dice que no me ha oído decir que me iba y está esperándome en el dichoso bar.
Discutimos y lloro más. Mucho. Me paro en la calle y lloro y me enfado. De pronto Cary Grant, que por lo visto salía de trabajar a esas horas, aparece ante mi. Me mira. Mira mis ojos hinchados y mi rimell corrido y me dice:

- ¡Tienes un aspecto lamentable! ¿qué haces aquí?

Yo lloro más y le explico (Gran Torino sigue al teléfono) que unos jipis malvados me han robado mi trench de french connection. Quiero mucho ese trench y me parece mal que los jipis asquerosos me roben la ropa.
Cary Grant mira con preocupación a unos perroflautas que están justo allí, con sus perros, sus rastas, sus medias de colores y sus flautas, porque yo lloro mucho y le digo algo de darle una patada voladora a alguien (espero que Cary Grant me explique esta parte de mi discurso porque, la verdad, no la recuerdo).
Cary Grant habla con Gran Torino para averiguar dónde está el Mordor de los jipis y llevarme allí.
Gran Torino, que no tiene paciencia, ni consideración, ni le importa un pito mi trench negro que me costó un riñón y parte del hígado me ha colgado el móvil, así que yo estoy aún más enfadada.
Cary Grant me deposita en la misma boca del Monte del Destino y se va a dormir mientras yo le monto al Gran Torino una granja de pollos en un pispás.
Estoy enfadada con todos los jipis del mundo, estoy enfadada con el Gran Torino por haberme dejado vagando sola por la ciudad, enfadada con los dueños de los antros sin guardarropa...
Gran Torino junta las cejas mucho e hincha las aletas de la nariz y se va a su casa. Yo, sin dejar de llorar, voy detrás como el perrillo de los jipis.
Él, que echa humo y a estas alturas de la película ya ni me dirige la palabra, se va a la cama mientras yo me quedo sentada en el sillón llorando como si el fin del mundo conocido se aproximase.
El rimmell y las lágrimas combinan de pena. De tanto llorar los ojos me escuecen como si me hubieran arrancado los párpados y echado sal. Además, llorar cansa mucho. A mi me agota, francamente... así que me fui a la cama y desperté a Gran Torino para informarle de que ya estaba más tranquila.
Al día siguiente nos levantamos para ir al partido y le pido a Gran Torino que me lleve a mi casa a coger un abrigo. Gran Torino no hace zumo. Gran Torino desayuna un plátano en plan rencoroso.
Enciendo el móvil y veo un mensaje de un número que no conozco diciéndome que mi querido trench ha aparecido.
Gran Torino había dejado mi número en el bar por si aparecía. Lo peor es que yo, más chula que un ocho, le dije:
- ¡Aparecer! ¡ja! ¡¡sería la primera vez en mi vida que me roban una cazadora y aparece!!... ¡fíjate lo que te digo! si aparece el trench te invito a cenar al restaurante que quieras...

Gran Torino es un exquisito. Ya puedo ir ahorrando.
Espero que para entonces ya me vuelva a querer, porque de lo contrario va a ser una cena muy aburrida.