jueves, 13 de octubre de 2011

Embarazo en el ídem

Al Novio de Princesita P voy a darle una medalla. Seguramente él preferirá una caja de valium, pero en la tele siempre dicen que no se debe tomar medicamentos con receta a libre albedrío

Los bebeses son muy problemáticos. Siempre lo digo, nadie me hace caso y luego, pasa lo que pasa. Si ya desde embrión nos está dando tantos quebraderos de cabeza, no quiero ni pensar cuando tenga edad para drogarse, convertirse en protagonista de "embarazada a los 16" o aficionarse al tuning, que sería un drama.

Novio de Princesita de P y Viejo Pachanga están padeciendo solidariamente todos los síntomas del embarazo. Si ella tiene sueño, ellos más; si le dan náuseas ellos ya se imaginan como la niña del exorcista... Vamos, que no sé cómo vamos a explicar en el hospital el día del parto que a lo mejor necesitamos dos habitaciones más.

Yo, que aún no he decidido si voy a ser una tía consentidora o la secuela de la Señorita Rotenmeyer, vivo sumida en un mar de preocupaciones.

A pesar de que durante millones de años las mujeres han dado a luz por su cuenta, al parecer, ahora uno de los primeros al que hay que darle la buena nueva es al Señor de la Bata.  En mi familia, el departamento de asuntos sanitarios lo lleva mi Mami con mano de hierro, así que nuestro Señor de la Bata lo ha decidido ella.
También conservamos la costumbre de que la Jefa del Departamento nos acompañe en las visitas al Señor de la Bata, que para eso son amigos y así ellos charlan de sus cosas de la salud y tal.

Como somos gente de rutinas, Viejo Pachanga suele acompañar a Mami a todas partes, así que cuando Princesita P anunció su embarazo y fue a visitar al Señor de la Bata, mi Mami la acompañó. Como Viejo Pachanga acompaña a Mami, y Novio de Princesita a Princesita, para cuando se dieron cuenta estaban los cuatro cómodamente sentados en la consulta, y el Señor de la Bata haciendo preguntas bastante íntimas a la felíz, aunque avergonzada, futura madre.

Allí, delante de sus padres, el amable Señor de la Bata explicó a Princesita P y a su Novio qué tipo de prácticas sexuales eran más adecuadas durante los meses que dura tan feliz trance, y cuales no.

Mi abu ya ha advertido que ella tampoco quiere perderse ni un segundo de los progresos del proyecto de biznietito. Creo que deberíamos alquilar un palacio de congresos para la primera ecografía.

domingo, 9 de octubre de 2011

Éste va a ser el embarazo más largo de toda la historia

Dijo profética, y sabiamente, mi abu. Y es que Princesita P no nos avisó el día de la concepción porque, imagino yo, que desde que decidieron quedarse embarazados se dieron al libertinaje con tal entrega que tendrían que mandarnos cienes y cienes de "guasaps" al día para que eso hubiese sido posible.

Princesita P estaba tan concentrada en su objetivo que, de puro nerviosa, no le bajaba la regla.
¿Y qué hizo Mami?
¿Darle una tortilla de valium o golpearla con un palo en la cabeza hasta que se tranquilice? No ¿Dos bofetadas y desaflojarle el corpiño como cuando nuestras abuelas se ponían histéricas? Tampoco.
Mami le hizo entrega de un montón de predictors para que se quedase tranquila. A mi me da que a esta niña la estamos mal criando....

 Así que, antes de la primera falta ya nos estaba anunciando el embarazo a bombo y platillo. Y es que esto de los predictors ha avanzado tanto que no te dicen el sexo del bebé de milagrito, pero todo se andará.

Total, que anda toda la familia revolucionada porque también Prima Pijiipi lo está. Esto no es casualidad, sino que los incordios adorables se pusieron de acuerdo para tener los bebeses más o menos a un tiempo, para que así los bichos crezcan juntos. Esto parece una peli mala de Antena 3 después de comer, pero es la verídica verdad.

sábado, 8 de octubre de 2011

La hija de la evolución se transforma en madre

Ser hermana mayor implica muchas responsabilidades. Hermanilla y Princesita P no lo entienden, pero es porque ellas llegaron luego y se perdieron el capítulo. Por ejemplo, ahora Princesita P y su Novio han decidido ser padres. Ellos se han quedado embarazados y yo preocupada. Es lo que tiene.



Mis padres están esponjados como pollitos con eso de ser abuelos. Viejo Pachanga se ha puesto un poco rallante con que se tienen que casar, pero la verdad es que nunca le prestamos mucha atención. Y no es que mi padre sea cristiano ni nada, que en mi casa, como dice mi abu, somos animalitos sin alma. Vamos, ateos o agnósticos, según el caso. La cuestión es que Viejo Pachanga no creerá en Dios, pero sí en los papeles, y no quiere verse de abuelo soltero o algo. Además, lo que sí somos es muy de celebrar, e imagino que le dará rabia perderse su Gran Momento Padrino, ya que como Hermanilla y yo nos hemos echado a perder, no va a tener mucha más oportunidad el pobre.

A lo que iba, que me disperso como la población rural. Yo ya he advertido a los emocionados Proyecto de Padres que no estoy preparada para ser tía. Si pudiera amarrar a Princesita P al columpio, para que dejase de crecer como una zanahoria juro que lo hacía. Pero no, ella está empeñada en hacerse mayor y matarme a disgustos.

domingo, 2 de octubre de 2011

Donde dije digo, digo ¡Oh Dior mío!

Vivo en un sitio tan lluvioso que a los indígenas en vez de pelo nos sale musgo y traemos branquias de serie. Así que, que en octubre tengamos 29 grados y sol radiante me parece un regalo de ese señor de las barbas con superpoderes. Como el señor de las barbas es de opinión variable, como la nubosidad, no hay que confiarse y hay que tomar las cosas así como vienen.
Aunque habíamos salido a malear ayer (y antes de ayer) Sargento Tous tocó diana a las 11h y me hizo levantarme para ir a la playa. Yo ya había quedado con Japileidi y con Shaggy, en que llevarían también a Comiño para que continuase con su iniciación en el necesario arte de comer arena y que así crezca como los niños de antes, todoterreno e inmunizado.

Ir a la playa con bebeses tiene más ciencia de lo que a mí me parecía, y eso que Japileidi y Shaggy, de momento, no lo recubren de neopreno, ni le llevan mini-piscinas para que el niño esté como en la bañera de casa pero rodeado de señoras gordas en bikini y parejas magreándose en las toallas.
Hay que ir a unas playas determinadas, porque las cosas de los bebeses ocupan mogollón y también es bueno que haya rampas para que las bugaboo bajen adecuadamente, y bares cerca para poder calentarle las porquerías que les hacen comer a los pobres bichos indefensos que no saben que en la vida hay cosas mejores que el pollo cocido sin sal y espachurrado con verduras.
Pero, sobre todo, llevar sombrilla... Eso si que son los primeros signos de la edad, y no las arruguitas que te salen en los ojos cuando eres una personilla feliz.

Vamos, que a mi me parece que Comiño bien podría quedarse durmiendo plácidamente en su cáscara de nuez a la sombrita, que es bastante bueno y tranquilo, mientras nosotros nos damos un baño y paseamos, que es lo que se nos da mejor... pero debe de ser verdad el primer mandamiento del Credo de los Padres Primerizos:
1. Ser padres "te cambia la vida" y "hace que te replantees las prioridades"

Si hace un año alguien me hubiese dicho que Shaggy habría renunciado a nadar en un mar transparente para quedarse junto a una sillita de bebé bajo un sol de justicia, me habrían caído los pendientes del susto. Pero la vida te da sorpresas.

Japileidy, Sargento Tous y servidora nos fuimos alegremente a la orilla para disfrutar del que, con toda probabilidad, sería nuestro último baño del año. Lo pasamos de lo lindo flotando en el agua transparente, balanceadas por las olas, mientras reíamos y hablábamos de lo que haríamos en Bora-Bora cuando me toque el Euromillón.
Felíz estaba yo, moviendo los pies despacito para mantenerme a flote sin demasiado esfuerzo y parloteando como un mono subido a una rama cuando, de pronto, lo que era una inocente olita se convirtió en una gran masa de agua que rompía sobre mi desprevenida cabeza.
La fuerza de la ola me llevó al fondo y me golpeó contra la arena, y la corriente no me dejaba levantarme.
Abrí los ojos y sólo veía espuma, burbujitas y azul, mucho azul... Y supe que iba a morir, que lo había visto en las películas.
Uno de los inconvenientes de ser una cotorra, es que, cuando te suceden estas cosas, es muy probable que te pillen con la boca abierta... y digerir medio océano Atlántico no es cosa agradable ni sencilla, por lo que me atraganté con toda aquella agua salada que yo no había pedido.
Morir en domingo, mientras tu familia y amigos disfrutan de un día soleado, resulta de muy mal gusto, así que me apoyé en la arena para poder hacer fuerza y levantarme. Y lo hice, tratando, a la vez, de sujetarme el bikini que la corriente había logrado desatar.
Con el peinado propio de los náufragos,las rodillas rasguñadas, tosiendo como una tísica y con tanta agua en los oídos como para hacer una piscina en el Congo, logré ver a mis amigas, que ya habían logrado desembarazarse de tan pesado abrazo del mar porque habían visto venir la ola y habían tenido un par de segundos más para reaccionar... o, al menos, cerrar la boca.
Mientras Sargento Tous nos explicaba que la ola le había llevado las gafas de sol, yo trataba de volver a atarme las tiras del bikini tras el cuello.

- ¡Tienes un pecho fuera!- me gritó Japileidi muerta de risa.

Miré hacia abajo y vi que, mientras yo me afanaba en abrocharme el bañador, éste ya no tapaba nada. Volví todo a su sitio y até por fin el bikini mientras oía a mis dos malvadas amigas hacer leña del árbol caído.
Y es que, toda la vida despotricando contra el topless, vanagloriándome de que yo no ando enseñándole el pecho a cualquier mirón playero... para acabar dando una imagen similar a la que daría la Bruja Lola si decidiese cambiar de profesión y se pusiese a mostrar sus encantos en la Casa de Campo.

Si es que siempre tiene razón mi abu, no se puede escupir para arriba.