miércoles, 16 de febrero de 2011

La demoledora realidad

Estoy más triste que si se me hubiese muerto Jauma Sanllorente en los brazos sin poder hacer nada por remediarlo.
Me he quedado sin objetivos en la vida. Como una vaca sin cencerro, que diría Chus Lampreave.

Hasta los monos del Amazonas saben que lo que me hace más ilusión en el mundo es acabar viviendo en mi lo que fue mi guardería. Una preciosa casa de dos plantas, con un mini-jardín en pleno centro de Aldea Sin Vacas.
Mis amigos me han visto perder la dignidad humana agarrada a su verja como un perrillo de esos a los que atan frente a las puertas de un supermercado mientras el dueño hace las compras.
Supongo que hay casas más bonitas, pero por su recia escalera de madera merecería en la pena entregar el hígado. La escalera en la que Hermanilla hacía sus huelgas hasta que consiguió que la "ascendieran" a la clase de 3 años conmigo.
Aún la recuerdo entrando triunfal, con la cara roja como un tomate después de haber montado un zipitostedenotemeneees para que la dejasen subir los escalones castaños.
Sonriente, y aún con los restos de los lagrimones en los mofletes, vino a sentarse a mi lado y se puso a colorear como si no hubiese ganado una de sus primeras y muchas batallas.
Porque Hermanilla siempre se salía con la suya, que para eso era rebelde, mona... y terriblemente cabezota.

La guarde tenía un jardín de piedrecitas blancas con una casita de tejado inclinado, un tobogán, columpios y un gallinero. Había faisanes, gallinas y pavos, y todos nos entreteníamos metiendo piedrecitas entre la rejilla para "darles de comer". Yo recogía la gravilla, se la daba a Hermanilla y ella, a las gallinas... hasta que la profe se dio cuenta de que Hermanilla aplicaba eficientemente eso de "quien parte y reparte, se lleva la mejor parte" para comerse ella misma las piedrecitas destinadas a los plumíferos.
Y no fue lo único a lo que Hermanilla echó el diente. También al culo de un niño abusón que se había instalado en lo alto del tobogán y no dejaba bajar al resto. Hermanilla siempre fue muy de tomarse la justicia por su mano.

Hace años que nos hicimos demasiado mayores para aquellos pupitres diminutos, y también hace tiempo que La guarde se quedó vacía. Yo pensaba que estaba esperándome. Que aguantaría hasta que me tocase el Euromillón y pudiese comprarla para vivir allí y ser felíz para siempre con mi Gato.

Hoy he pasado por allí y la habían demolido. No han dejado ni las escaleras de piedra, ni el ventanal con el banquito, ni el recibidor donde nos dejaba Mami cada mañana.
Parece que van a hacer un "hotelito con encanto". Creo que el encanto se lo han cargado en cuanto el bulldozer atravesó la verja blanca.

4 comentarios:

  1. ¿crees que seguirá funcionando lo de llorar y patalear a la puerta del ¿solar? para que vuelvan a levantarla?
    ¿No se supone que esas casas estaban protegidas y no se podían tirar? ¿No se supone que hay que conservar las cosas buenas de la vida? Ya no me gustaba mucho esa ciudad, pero sin esa casa, sin mi "Anduriña" cada vez me quedan menos cosas con las que identificarme e intentar reconciliarme, han demolido mis primeros recuerdos, ¡¡y se quedan tan anchos!!

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  2. Pues sí... nuestra "Anduriña"
    Ya he probado a llorar agarrada a la verja, y no funciona, te lo garantizo
    ¡¡con la de resultados que nos daba!!... a ti sobre todo, que yo me portaba excelente.

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  3. Para que la guardéis en el recuerdo y no se siga deteriorando con los años... Ahora la puedes pintar "color berenjena"

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  4. Muy graciosa!! ¡Con lo bonita que va a quedar en color berenjena!!

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