jueves, 9 de julio de 2009

Pudorosa y tonta

A veces me pregunto si seré un alienígena. Un pequeño ser de otra galaxia, educado en otras tradiciones y costumbres, e introducido en la tierra para que alguien se eche unas risas. Yo lo que sí sé es que soy pelín anacrónica, y vivo en esta época porque en el mundo tiene que haber de todo.

El Hombre Tranquilo tiene el culo moreno. Me he fijado ayer, y me he quedado algo chinchada porque Shaggy tenía, una vez más, razón. Cuando hablamos sobre ir a la playa, el Hombre Tranquilo mencionó unas que están cerca de La Lanzada, pero que yo no conozco… Shaggy, que es un tocagüevos profesional pero sabe mucho de casi todo, ya aventuró que seguramente sería nudista.
¿Nudista? ¿noooo? ¡imposible! Hombre Tranquilo es muy tímido. Inconcebible que alguien así se dedique a pasear en pelotas por el mundo… Pues resulta que sí.
En cuanto vi esos glúteos firmes y bronceados (deliciosamente firmes y bronceados, por otra parte), supe que Shaggy estaba en lo cierto… pero aún así le pregunté. Le pregunté porque me intriga cómo es posible, que diciendo de sí mismo que es tan vergonzoso, no le de corte andar por ahí desnudo. Él me dio la razón respecto a que parece un poco incoherente, pero lo achaca al baloncesto. Cree que no tiene ese tipo de pudor porque lleva toda la vida compartiendo vestuario y duchándose con otra gente.
Yo no doy crédito (dejando de lado mi opinión sobre eso de ducharse en grupo). No he hecho topless en mi vida, y me da una vergüenza horrorosa que mis amigas lo hagan estando yo con ellas, porque no sé a dónde mirarles. Ya he reconocido que soy anormalmente pudorosa y anacrónica, pero no entiendo mucho cómo en cuanto se pisa la arena empieza el Todo Vale. Vale pasear con las tetas al aire ida y vuelta 5 kilómetros de playa y encontrarte con tu jefe, vale exhibir sin recato espaldas más peludas que las del oso Yogi y ubres chuchurrías que recuerdan a las de las cabras africanas, vale parecer una especie de híbrido entre Jose María Aznar y Charlie Rivel poniéndose un porrillo de protector sobre el labio para evitar el bigote solar, o remangarse las perneras de los shorts haciendo una especie de rollito ridículo en la ingle… por no hablar de los que llevan a los perros a bañarse, los niños corriendo y levantando arena mientras una está plácidamente adormilada bajo el sol, los que juegan al fútbol y se te echan encima tratando de perseguir un balón que no alcanzarán ni en sueños…
Vamos, que me gusta la playa aunque no lo parezca. Desde luego, si me dejasen decidir a mi, habría un estricto control para impedir que se me quemasen las retinas viendo bambolearse (a la altura del ombligo) los pechos fláccidos de alguna señora que podría atárselos en plan diadema para coger algo de bronceado en la barriga, y también, de paso, retirarse el pelo de la frente. Pero como no me dejan opinar, me fastidio y trato de imaginarme que estoy viendo un documental sobre alguna tribu del Amazonas (que tampoco se caracterizan por usar sujetador y son bastante aficionados al body painting rupestre).
He quedado con el Hombre Tranquilo en que iremos a alguna playa donde no haya mucha gente desnuda con los colgajos pendulando, y donde yo pueda ir con un bikini mono, que es lo que me enseñaron en mi planeta anacrónico.

1 comentario:

  1. La verdad que el nudismo no es buen compañero de los diseñadores de bañadores, je, je.
    Bs
    Sonia

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