miércoles, 8 de julio de 2009

La crisis del Nesquick


¡Pobre Hombre Tranquilo! No sabe dónde se está metiendo.
Hay un gen extravagante en mi familia que actúa por cuenta propia. Ese gen malintencionado, activa un pequeño resorte asesino en nuestro cerebro y, donde hace cinco minutos éramos gente amable y, en general maravillosa… nos convertimos en unos auténticos psicópatas.
Yo creo que deberían investigarnos, y así podrían comprender muchos de los comportamientos del mundo animal. El caso es que, como de momento los científicos no se han ocupado de nosotros, aún no sabemos cuándo y por qué el gen Jekyll & Hyde entra en acción ¡Ojalá lo supiéramos! ¡cuántos disgustos nos ahorraríamos!
Princesita P es, junto con mi padre, el ejemplar donde esos comportamientos se manifiestan con mayor frecuencia.
Ahora que vive con su novio, es él el sujeto paciente de casi todos los episodios. El que más nos gusta, y por el que hemos bautizado el síndrome, es el del Nesquik. Sucedió en plena época de exámenes, mientras ella estudiaba horas y horas, al bueno de su novio, se le ocurrió prepararle un Nesquick que la reconfortase, así que se fue a la nevera, puso leche en su taza favorita, la calentó en el microondas, le echó el Nesquik y todo su amor, y fue al estudio donde ella estaba concentrada.
Le dio un beso, y le entregó la taza… y ella comenzó a encenderse. El volcán entró en erupción: gritó, se desesperó, se enfureció y, entre lamentos, le dijo que tenían que dejar la relación.
Nada de lo que él le dijese la consolaba y, al revés, cualquier palabra que saliese de su boca podría ser (y sería) utilizada en su contra.
Ella se sentía el ser más desdichado del planeta porque el desalmado de su novio, después de 5 años de relación y convivencia ¡aún no sabía que a ella le gustaba el Nesquick clarito! Y, claro, ¿cómo iba a seguir viviendo con alguien que no la conocía lo más mínimo, ni se fijaba en ella, ni la tenía en cuenta para nada y le preparaba un Nesquick más negro que los pecados?
Se sentía la persona más incomprendida del mundo, así que rompieron, ella lloró un par de horas y después, cuando el gen había dejado de hacer su maligno efecto, muy arrepentida le pidió perdón y se reconciliaron.
Esto, que se produce de forma cíclica (pero de periodicidad incierta), puede tener su origen en una persiana que no está cerrada del todo, en un yogourt de un sabor que a ella nunca le ha gustado… ¡cualquier cosa!
En el momento que se activa el mecanismo, lo único que se puede hacer es ponerse a resguardo y esperar a que pase la tormenta porque ¡ay del que intente razonar! En cuanto cesa, y la cabeza del afectado en cuestión deja de girar como la de la niña de El Exorcista… llegan el arrepentimiento y las disculpas.
Yo padezco una de las variantes del síndrome más leves, con episodios esporádicos, y que, normalmente, tarda un tiempo en manifestarse… Lo bueno de eso es que, para cuando hace acto de presencia, la gente ya me tiene un poco de cariño y me perdona.
La última víctima había sido el Gran Torino, hace aproximadamente quince días, y pensé que tardaría en repetirse la crisis.
Una noche, Telepolvo, retomó su antigua (y reincidente) costumbre de atosigarme con mensajitos a las tantas de la madrugada. Normalmente lo toreo con elegancia, y la cosa no va a más… pero esa noche, me envió un sms que lo cambió TODO: “los buenos te queremos siempre”… sólo eso.
5 palabras que me mantuvieron en vela toda la noche, reflexionando sobre mi vida, obra y milagros, y las personas que están en ella… y me fui encendiendo. El resorte se activó y me pasé toda la santa madrugada segregando bilis y calentando el horno de la ira.
Como quise ser sensata, hice un gran esfuerzo para no despertar al Gran Torino en plena noche y mandarlo a la mierda, así que esperé dando vueltas como una fiera enjaulada y a las 8 y media de la mañana lo llamé infeliz y para comunicarle el veredicto: no podíamos vernos, ni llamarnos, ni ser amigos, ni hablar nunca más.
Así, a las 8:30h y sin café de por medio ni nada. Gran Torino, que nunca se ha caracterizado por su sensibilidad hacia los intrincados misterios de la mente femenina se desayunó la demoledora llamada que acababa con todo.
De nada sirvieron las sucesivas llamadas ni su apelación a la cordura. La crisis del Nesquick había llegado… y esta vez, ni una cena en Pedro Roca ni 3 Bacardilimónconlimón, pudieron invertir la Decisión Definitiva.
Sólo hace un par de semanas que el Hombre Tranquilo pulula por mi vida (exactamente el día después de desterrar a Gran Torino de mi rutina –aunque no de mi corazón)… así que aún no me conoce para nada, y no creo que pudiese ni sospechar que este dulce ser, habitualmente encantador, pudiera convertirse en la versión femenina de Lobezno, con las cuchillas de titanio cuidadosamente hidratadas y exfoliadas… Pero ocurrió. El domingo le monté un zipitoste de no te menees, y ya pensé que no volvería a verlo más que en mis pesadillas más tormentosas… pero no. Él reaccionó con esa serenidad que lo caracteriza, me llevó a cenar a un italiano (buena táctica: a las fieras es mejor tenerlas alimentadas)… y después hicimos unas paces memorables.
No sé si eso es bueno o malo, porque si ese gen, además de ser maligno es consentido… no sé yo lo que tardará en hacer acto de presencia para comerse otro tiramisú.

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