martes, 2 de octubre de 2012

El único retorno molón es el del Jedi

Telepolvo se piensa que soy su chica Boomerang. Cada vez que rompe con alguna novia le saca brillo a su dialéctica de conquistador e intenta que me trague alguno de sus cuentos chinos para niñas del japón. Digo yo que éste ha debido de ver muchas películas de esas que ponen en Antena 3 después de comer.

Así llevamos muchos años: él insiste, yo le digo que no. Él finge que le importa y yo finjo que me lo creo.
Luego él acaba conociendo a alguna chica, sale con ella dos años y luego volvemos a empezar. Y tan amigos.

El otro día fuimos a ver Madame Butterfly porque él es eso a lo que llaman "un gran melómano" (aunque a mi me suena a insulto de los gordos) y se recorre toda Europa en plan groupie de la ópera.
Yo no debo de ser una persona nada sofisticada, porque a mi eso me parece tan cansado y tonto como los que van siguiendo a David Bisbal. Vale que en el descanso de las óperas te ponen cava... pero yo siempre encuentro cosas mejores en las que emplear mi tiempo antes que en coger 6 aviones en 4 días para ver 3 representaciones en 3 países diferentes.

Esta vez no estaba Ryanair de por medio y yo me apunto a casi cualquier cosa que me permita ponerme unas sandalias con plumas, así que le cedí la tarde del domingo al drama ajeno.
Lo más guay de estas cosas es que entramos por la entrada de artistas, que me va al pelo porque me permite fisgar y decirles a todos los que van  pintarrajeados "mucha mierda" como si yo supiese quién es éste o aquél. Como se despisten un día me cuelo en el escenario, que a mi esto de husmear un día me va a traer un disgusto.

Las óperas son más largas que la niñez de Heidi. Como me las dejasen a mí les metía una tijera que se iba a reír De Guindos: sólo dejaba las arias bonitas y lo que viene siendo el nudo y desenlace de toda la vida. Ni introducción ni paparruchas.

Puede que influya que a mí los únicos dramas que me van son los míos propios, y por eso al ver a aquella mujer sufriendo tanto porque un marido al que a penas conocía se va a América y la deja 3 años sin mandarle un mísero guasap ni nada, sólo me da ganas de bajar al escenario y darle una colleja. Que yo puedo entender que en aquella época no había "Hay una cosa que te quiero decir" para que el hijo emulase a Marco... pero yo no le veo la lógica a que, cuando él vuelve, casado con otra, y descubre que es padre se le ocurra que lo mejor es llevárselo para que lo cuide la americana sacándoselo a su legítima madre. Y ni pensión de alimentos ni adjudicación de vivienda habitual ni nada.
Ella no se va a buscar un abogado, ni lo mata y asesina... sino que decide suicidarse para evitar que el hijo tenga que mandarle muchas cartas desde los Estados Unidos que le son muy caros los sellos.
Total, que una vez que vi que aquella mujer lo que tenía era una anuptafobia que no la iba a llevar por buen camino, también me di cuenta que había otra persona que debía de estar tan aburrida como yo: el tipo de los platillos.
Me dio mucha pena. Mientras el resto de la orquesta tocaban los violines o instrumentos serios, él tenía que estar arrepintiéndose muchísimo del día en que escogió su trabajo.
Imagino la bronca que le echaría su madre por no haber buscado otro instrumento que le luciese más en las comidas familiares... porque no es lo mismo chulear delante de las amigas de que tu hijo es pianista, que puedes obligarlo a que toque en la boda de una prima segunda. Eso no lo puedes hacer si toca los platillos:
- Fulanita ¿aceptas a Menganito por tu legítimo esposo?
(y el primo de los platillos: Chaaaaan)
- Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre
(Tachaaaaaan!)

Fijo que el cura se mosquea.

A lo que iba, que me disperso: que me dio mucha lástima verlo allí sin nada que hacer. El pobre se había puesto todo elegante para nada, porque además al estar en el foso tampoco le lucía el traje nada.
A lo mejor era un vago, pero incluso así me pareció terrible tener que estar allí todas esas horas oyendo la misma ópera en bucle día tras día.

Total, que al fin se suicidó la Madame Butterfly y nosotros pudimos irnos a cenar.
Como eran las mil, acabamos en uno de los restaurantes a los que va todo el mundo al salir de la ópera... y aparecieron los de la orquesta. El chico de los platillos estaba  aún más guapo de sport.
Mientras Telepolvo comentaba cosas sesudas con el director artístico, yo ronroneé como una gatita hasta que se acercó.
Le ofrecí la más radiante de mis sonrisas y mentí como una bellaca acerca de lo que me había gustado. A pesar de no tener buen ojo para escoger los trabajos era encantador.

Telepolvo nos interrumpió: teníamos que irnos.
- ¡Ah!... has venido con tu novio...- dijo él
- Noooooo ¡Sólo somos amigos! - sólo me faltó decirle que no había visto a aquel fulano en mi vida.
- Pues si quieres venir a otra representación puedo conseguirte entradas.
- Ya... gracias, pero no soy muy de repetir.
- Bueno, pero puedes venir cuando cambiemos de obra... - aclaró él bastante ojiplático.
- En realidad al que le gusta la música clásica es a mi amigo. Yo soy indie de toda la vida.
- Pues vamos a ver un concierto de un grupo que te guste a ti, si prefieres
- Es que me tengo que ir, que mañana es lunes.

Y me fui dejándole con la boca más abierta que uno de aquellos platillos.

Telepolvo estuvo callado hasta que llegamos al coche:

- Oye, sabes que estaba intentando pedirte el teléfono para quedar otro día ¿no?- preguntó al cabo de un rato
- ¡claro!
- ¿Y por qué no se lo has dado?- quiso saber.
- Toca los platillos ¡Imagínate que se trae el trabajo a casa!









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