martes, 19 de enero de 2010

Tecnología y principios

Hoy he llegado un poco tarde al trabajo porque tuve una emergencia de esas que no pueden esperar ni a que abran las tiendas.
Como con lo que yo pagaba de teléfono se podría alimentar a todo un poblado del África Subsahariana, decidí empezar el año nuevo cambiando de compañía de móvil, y me pasé a Vodafone porque con los de Orange no me hablo.
El caso es que empezó mal la cosa, porque apunté mal el día en que se hacía efectiva la portabilidad, y me pasé media mañana agitando mi móvil viejo como si fuese una caja de cereales.
Yo es que aún tengo esas cosas de cuando las teles viejas se estropeaban y les dabas un golpe y volvían a funcionar… pues eso.
Para cuando me percaté de que quizás eso que ponía la pantalla de “sin servicio” pudiese deberse al dichoso tema de la portabilidad fui corriendo a abrir la caja donde tenía mi telefonito nuevo.
La verdad es que si las compañías de teléfono fuesen justas, y adjudicasen los terminales por el nivel de competencia tecnológica, a mi me darían unos vasitos de yogourt unidos por un cordel.
Pero como la cosa va por consumos, en vez de por justicia social, resultó que podía cogerme el modelo que yo quisiese. Yo no quería ninguno en concreto, me valía casi cualquiera que fuese Nokia y que tuviese videollamada (que, aunque no la uso, me hace ilusión). El mío era rosa y tenía una cadenita metálica la mar de chula. Un poco de poligonera, pero me gustaba mucho.
Como no estoy muy al tanto de las novedades en telefonía, me fui a la tienda a ver si los de Vodafone eran más simpáticos que los de Movistar, y resultó que si. Me atendió un chico de ojos azules que fue muy comprensivo con mi discapacidad tecnológica y, además, me regaló un portarretratos y unas zapatillas de semillas para calentar en el microondas. No sé para qué quiero esas cosas, que tengo unas zapatillas con un lazo la mar de molonas, pero me hace ilusión que me regalen asuntos… así que firmé todos los papeles que me puso delante.
Ya os digo que me daba igual el teléfono, pero cuando los ojos azules del chico de Vodafone me dijeron que aquel modelo que traía un tecladito era el mejor, lo necesité inmediatamente.
Esa codicia es fea. Es un impulso irrefrenable que heredo de mi padre y que me trae un montón de problemas, porque me hace perder la perspectiva sobre mis limitaciones.
El móvil nuevo está bien. Es negro, que va con todo, y tiene una de esas pantallas táctiles que son muy incómodas pero fardonas. El problema surgió cuando lo quise usar. Me llamaban y yo apretaba todos los botones y la pantalla al buen tun-tun, a ver si reaccionaba… y unas veces había suerte, y otras no… así que me fui derechita a la tienda de Vodafone a hablar con los ojos azules amables.
Debí de entrar con cara de angustia, (a mí la incomunicación nunca me ha sentado bien) porque cuando me vio llegar le pasó a un compañero los clientes que estaba atendiendo y me llevó a otro mostrador.
- ¿ya te han hecho la portabilidad?
- Pues si…
- ¿Entonces? ¿qué pasa?- me sonrió- ¿no hemos sido simpáticos contigo en Vodafone?
- Es el móvil. Manda él y no yo, y eso no está bien – le expliqué poniendo el insumiso terminal sobre el mostrador.
- ¿qué le pasa? No debería de darte problemas. Es un superteléfono
- Lo que es, es un supervillano, creo yo. No consigo desbloquearlo ni coger las llamadas.
Los ojos azules me miraron con extrañeza.
- Pues no lo entiendo. Vamos a hacer una prueba. Te llamo y vemos qué le pasa.
El chico de los ojos azules marcó mi número, y mi móvil comenzó a sonar obedientemente. Lo cogió, accionó un botón lateral y ¡sorpresa! Móvil desbloqueado.
El cielo abierto.
- ¡Ahhhh! Así que era ese botoncito. A ese no le había dado –suspiré aliviada- Una ideaza, si señor.
Los ojos azules me miraron con suspicacia
- ¿no te has leído las instrucciones?
- ¡Por supuesto que no! No me gustan los libros que no tienen dibujos.
Él cogió el manual y lo abrió. Había unos dibujos explicativos muy feos.
- Si que tiene dibujos
- Bueno, pero leer manuales de instrucciones va contra mis principios: No miento, no robo, no mato y no leo libros de instrucciones. Es un sistema de valores sencillo- sonreí para que los ojos azules dejasen de estar serios.
- Me vas a dar más trabajo que las señoras mayores
Le enseñé todos los dientes que tengo, como los monos del Amazonas que presienten el peligro. Como el otro día noté que le había gustado un poco, me atreví a abusar
- Podrías explicarme cómo funciona, para que no tenga que llamar a esas señoras sudamericanas que nunca me solucionan nada.
Aquí le sonreí tanto que por un momento temí que la cabeza se me partiera en dos.
Resultó que tengo un teléfono muy moderno, que tiene cantidad de funciones que nunca utilizaré por el bien de la humanidad. Al final me regaló otras zapatillas y un llavero y yo me fui de la tienda muy satisfecha con la amabilidad de los ojos azules de Vodafone.

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