miércoles, 27 de mayo de 2009

Ibuprofeno y chocolate para el SPM

Me he peleado con Obi-Wan. Un comentario inoportuno ha desatado a la fiera rabiosa que llevo dentro. Ha sido una frase, sólo una, y el volcán de ira se ha apoderado de mi.
Creo que, por un momento, lo sentí temblar al otro lado del teléfono y, como ya me va conociendo, ha soltado rápidamente un “es broma” que ha sido como intentar apagar un incendio con un spray para regar las plantas.

No sé ni cómo se atrevió a venir a la oficina. Un observador imparcial detectaría el olor a azufre desde el portal… pero él subió y, como es un tío, optó por utilizar el humor para enfrentarse a la hidra, en vez de agachar las orejas y esquivarla. Craso error. Gasolina en el infierno.
Lo peor es que yo tenía razón, con lo que me faltó un pelo para encaramarme a la mesa y darle una patada voladora (esto último hubiera sido complicado con la falda que llevaba, pero cosas más raras se han visto).
Los otros asistieron a la batalla final desde el almacén, fumando en silencio por si era el último cigarro de su vida, y regresaron nerviosos cuando dejaron de oír los tambores de guerra.
El Creador se acercó y, en vez de dibujar una estrella de cinco puntas alrededor de mi sitio, como en El Día de la Bestia, sólo me preguntó: “¿Te hablo?”
Poco a poco vamos estableciendo el Protocolo de crisis, y ya todos saben que hay que esperar a que la cabeza pare de darme vueltas.
Hasta que dejo de oír el “glub, glub” de mi sangre hirviendo me quedo en trance como un zombie… pero aún así pude ver la cabecita de Obi-Wan asomando de cuando en vez de detrás del ordenador para ver si yo había dejado de echar humo.
¡Y es que hay días que debería de estar prohibido que fuésemos a trabajar y nos relacionásemos con otros seres humanos!
La Semana de la Ira la policía debería de venir a precintar mi casa dejando sólo una pequeña ranura para hacerme llegar chocolate de emergencia. Ni móvil, ni libros, ni tele. Sólo chocolate e ibuprofeno.
Porque después de la ira viene el llanto, y si enciendo la tele y veo las noticias me deshago en lágrimas por lo mal que va el mundo. Cambio de canal y están poniendo anuncios… y, de repente, ¡zas!, ése de Movistar en el que un tipo pierde el trabajo y los amigos le ayudan a encontrar otro… y, claro, lloro por la solidaridad humana. Cuando ya tengo los ojos como huevos duros y la nariz enrojecida ¡El de Coca-Cola!... así que lloro de emoción, y me lamento por lo poco que se valoran las cosas importantes de la vida.
Cuando creo que el sufrimiento por el mundo mundial no puede ir a más, ponen el anuncio del una ONG en le que salen unos niños flaquitos de ojos grandes, y me acuerdo de que el padre de la niña protagonista de “Slumdog Millionaire” ha intentado vendérsela a un jeque árabe y mi desconsuelo toca techo.
Para entonces, los kleenex se han acabado y estoy empezando a moquear de un modo bastante indigno. Me levanto para coger más pañuelos, y me veo de refilón en el espejo de la entrada: la nariz y los ojos hinchados como un Muppet, la cara roja y el pelo pegoteado a las mejillas por las lágrimas… Aúllo como Colmillo Blanco por lo difícil que es ser mujer en los terribles del día del SPM, y me voy a la cama a esperar a que pase.

3 comentarios:

  1. jjajajaj no sé como llegué acá, pero buenisimo el texto, me pasa lo mismo que a tí.
    saludos.

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  2. ¡Muy bueno! jajaj a mi también me pasa lo de la tele XD

    Una vez lloré porque vi al Papa en la JMJ de Río de Janerio y me emocioné.

    Otra vez lloré viendo un anuncio de Budweiser de un caballo y un perro jajajaj

    ¡Saludos!

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