viernes, 3 de junio de 2011

Regando a los indefensos

Resulta que voy a un bautizo. Shaggy y Japileidi han decidido que Comiño empiece a contar como un católico más, y no se han contentado con una celebración familiar como todo el mundo. No. Ellos han organizado un evento de esos de quedarse clavada con los tacones en el césped porque en el campo es todo muy bonito y natural. Ya.

Al principio estaba resignada a ir, y hasta medio contenta porque me había comprado un vestido muy bonito y eso siempre la anima a una... pero luego me ha ido pareciendo cada vez más absurdo y he intentado por todos los medios escaquearme sin éxito.

Yo creo que si la gente celebra el bautizo en plan íntimo será por algo. Que tampoco es una cosa de la que deban sentirse demasiado orgullosos, o eso me parece a mi. Así que mis amigos también deberían recapacitar respecto a hacerle esa faena a su hijo, que aún no ha tenido tiempo de pintarles las paredes de su casa, ni hacerse drogadicto ni nada.
El pobre, salvo eso de no dejarles dormir, llorar, oler regular y babear, no les ha hecho ninguna faena.

A mi esto del bautizo me parece como si yo apunto a Ser Querido a la iglesia de la Cienciología. El pobre gato no se iba a enterar de nada ¿a que no? y no iba a poder defenderse de los señores que vendrán a darle el coñazo y a intentar quedarse con su dinero.
Seguro que si mi gato pudiese hablar, me diría que si quiero meterme en una secta, que lo haga yo, pero que no ande apuntando a los pobres seres pequeños.

Shaggy, que no ha atendido a mis razonamientos, me ha obligado a comparecer bajo amenaza de estar enfadado mil años... y creedme que lo haría. Shaggy es tan rencoroso que sería capaz de presentarse en el infierno a recordarme que no fui al bautizo de su querido hijo.

Japileidi es un pelín más comprensiva, y me ha sugerido que si tanto me molesta pasar una tarde campestre rodeada de tanta gente celebrando que Comiño ha ingresado en la secta, que me beba unos vinos antes, para hacerlo más llevadero.

Más llevadero no sé, pero juro por Dior que estoy tentada de cogerme una cogorza de no te menees para avergonzarlos delante de su piadosa familia. Creo que voy a dejar el vestido en el armario y pedir prestado un chandall con sus buenos dorados para ponérmelo con tacones. Así, mascando chicle y apestando a vino, puedo ir a darle mi opinión sobre la iglesia con mayúscula al señor cura y, si hay suerte, quizás tenga a mi disposición el micrófono de la iglesia durante las lecturas.
Seguro que no me vuelven a invitar a ninguno.

Ojalá me atreva.
Quizás empiece a fumar para la ocasión, que lo de hablar con el pitillo en la boca también resulta muy trash.

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