martes, 30 de marzo de 2010

Por si no soy inmortal

Esta mañana un maldito camión obeso casi me espachurra dentro del Transformer.
Me llevé un susto de la muerte, nunca mejor dicho. El señor camionero me pedía una especie de disculpas gesticulando como un psicótico y yo, con la sangre circulando a toda pastilla, lo veía ahí arriba moviendo los brazos, enmarcado por el cristal de la cabina como si fuera el recuadrito que ponen durante las retransmisiones de los debates sobre el estado de la nación para que vivan dentro los intérpretes del lenguaje de signos... pero no me hacía gracia.
El corazón me iba a cien por hora y el cuerpo me temblaba por la rabia y el miedillo, y sólo tenía ganas de trepar hasta la cabina y darle con el bolso en la cabeza hasta que se me pasara la impresión.
En esos momentos me arrepentía seriamente de haber abandonado las clases de kárate a las que mi padre me obligaba a ir cuando era pequeña... ¡ojalá hubiese estado más atenta para poder pegarle una patada voladora al camionero loco!
Cuando salí del “por los pelines” lugar del siniestro, pensé en la rabia que me hubiera dado fallecer de esa forma.
Yo tengo mucho miedo a morirme, porque como me lo paso bastante bien en esta vida, y no estoy muy fija de que vaya a tener otra, me parece que mejor aprovecho la que tengo. No me acabo de ver yo de copazos subida en una nube... y lo del infierno tampoco me parece un buen plan, aunque seguro que me encuentro allí con mucha gente conocida.
Yo confío en que algún sabio de gafas encuentre alguna fórmula para la vida eterna, y espero que sea prontito, pero, por si acaso, yo ya tengo pensado cómo quiero mi final, y desde luego, no es sangrando atravesada por los hierros de un camión, que me va a quedar el cadáver hecho una lástima.
Mi abuela no me deja que hable de esto, que dice que es una barbaridad... pero a mi me parece que es mejor ser previsora que luego una no sabe qué va a pasar, y no me apetecería tener que bajarme de mi nube para darle una colleja al que se le ocurra enterrarme en uno de esos nichos adosados en plan pisos de protección oficial. De ningún modo, que seguro que ahí se está estrecho y los vecinos no deben de oler a Guerlain precisamente.
Primero veamos cómo prefiero morirme.
Nada de marchitarme conectada a unos aparatos. Nunca me han gustado ni robocop ni los hospitales, así que, por favor, si alguien me aprecia y alguna vez me ve en ese trance, le pido que me de con un palo en la cabeza o, en su defecto, un porrillo de pastillas como Carmina Ordóñez. Casi mejor.
Eso va también por si me hago muy viejecita y me babo y esas cosas. No me importa desvariar, pero no quiero tener nada que ver con pérdidas de ningún tipo de fluido corporal. Lo dicho: palo o pastillazo.
Tampoco quiero aparecer en una cuneta, como me advierte siempre Wonderboy. En ese caso le daría un disgusto horrible a mi abuela y, además, seguro que al Difunto también se le hace un poco cuesta arriba mandar a cubrir la noticia y luego ver en su periódico la foto de mi maltrecho cadáver.
Yo lo que preferiría, si se puede escoger, es pillarme una tuberculosis de las gordas y languidecer vestida con un camisón de encaje en un apartamento de Paris. Si, como la Dama de las Camelias. Esto lo tengo claro yo desde los 9 años, que leí el libro por un error de Viejo Pachanga, y entendí las cosas regular pero quedé muy impresionada por tanto aplomo y dramatismo. Para que esto salga bien es imprescindible que el Difunto llore mucho y se quede muy afligido por no haber aprovechado mejor el tiempo conmigo. Esto es fundamental, sino mi muerte habrá sido en vano.

De mi funeral ya he hablado con mucha gente, tanta que hasta los monos del Amazonas saben que detesto los claveles y odio las coronas... me vale desde una simple rosa, a un porrillo de flores silvestres, para que luego digan que soy tiquismiquis.

También sabe todo el mundo que quiero que con mis cenizas hagan un brillante, que eso de dejar las cenizas en una urna hortera sobre la chimenea de Villapollo tampoco me parece de buen tono. Japileidi ya se ha pedido quedarse con el pedrusco, pero eso tendrá que debatirlo con mi madre que no se muestra muy favorable a que mis restos queden en manos de alguien que no es de la familia.

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