lunes, 8 de febrero de 2010

Violencia doméstica

Vivir sola por lo general es guay. Es más, cuando me haga vieja y tenga que irme a un asilo voy a acabar arreándole con el bastón a los otros ancianos porque no me gusta compartir mis cosas con nadie.

Lo único es que, a veces, tratar de apañártelas por ti misma en este mundo hostil es complicado. Soy como un equilibrista chino tratando de que todos los platillos giren a la vez y no se caigan.

Este mediodía salí tarde de trabajar. Lamentándome por no tener una aeronave (o un URO para arrollar a los vehículos que entorpecían mi circulación), como la vieja de la fabada (que hay prisa, que hay prisa) atravesé la ciudad con el transformer.


Hice la comida rapidito, dejé todo en su sitio y, cuando estaba a punto de coger la puerta para hacer el camino de vuelta me acordé de las azaleas que sobreviven por sus medios en mi balcón.

Fui a echarles un vistazo y tuve que proceder al levantamiento de los cadáveres porque en aquellas macetas sólo quedaban unos palitos escuálidos que otrora fueron hermosas plantas (bueno, sólo la semana posterior a que me las regalaron, después empezaron a verse desmejoradas).

A la que sí puedo apuntar con Bear Grylls a vivir aventuras en el África subsahariana es a la hortensia del Difunto, que contra todo pronóstico se agarra a la vida como yo a la hidratante.

Decidí que ya había habido demasiadas muertes para un espacio tan reducido y, como no se preveen lluvias, me dispuse a regarla.

Iba apurada, así que para ahorrar tiempo levanté la enorme de maceta que compré para consolarme por el disgusto con el Difunto.

Puuuf. Mejor arrastrar

Crich, crich (mierda, ¡cómo pesa la muy...) crich, crich (cagoeneldifunto, no me da más que problemas él y su gffps..s planta...)

Llegué con ella hasta el baño, que es la cosa con agua que más cerca queda de mi habitación.

Ponerla debajo del grifo imposible, así que la acerqué hasta la ducha para regarla en plan manual.

Agarro el teléfono ese extraño y abro el grifo.

Fisssss...

¡Uah! Un frío intenso me recorre el cuerpo y una serpiente enloquecida empieza a volar por mi baño.

¡No es una serpiente! Tengo el dichoso teléfono en la mano y el tubo del agua como el gusano loco de las atracciones en pleno ataque epiléptico.

¡Aghhhh! quiero cerrar el grifo y el gusano se viene contra mi empapándome. Tropiezo con la maceta y noto que la tierra se desparrama sobre mis bailarinas (mierda, mierda, me están entrando piedrecitas). Quiero limpiarme el pie, pero la ducha sigue echando agua y se está haciendo barro (mierda, grsfighhl...). Al fin, alcanzo el grifo y el ruido para.

El ruido para y empieza el frío.

Veo las raíces de la hortensia y mis pies llenos de barro entre los trozos de la maceta.

Me alegro de vivir sola porque la blusa está empapada y se me transparentan hasta las ideas (que en esos momentos pasan porque venga la muerte piadosa y se me lleve). El pelo se me ha quedado pegado en churretones a la cara, como cuando el mastín de mi madre decidió meterse a mi gato en la boca, y no lo masticó pero lo escupió todo chupado.

Lloro un poquito de pura rabia.

A ver ahora quién me arregla el grifo.


P.D Hortensia busca hogar. No necesita grandes cuidados y en primavera saca ella sola unas flores fucsias muy bonitas.

Si alguien sabe de algún balcón en donde pueda ser feliz que avise, porque en el mío le aguarda una muerte segura.


4 comentarios:

  1. ¿Y al final vino el fontanero? Yo me los imagino tipo el Mike de "Mujeres desesperadas" pera al final siempre aparece una especie de Pepe Gotera, de esos que se agachan y se les forma una ranura trasera en plan "Insert coin" :S

    Por cierto, puedo llevarme la hortensia a la UCI de la Dra. Carmiña, si quieres ;D

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  2. Al final me las apañé yo solita, como una valiente, después de una visita a Urgencias El Corte Inglés y un numerito digno de otro post con un vendedor.

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  3. Nos debes la continuación de la historia

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  4. ¡Aiss! os debo la continuación de este blog, lo sé... pero con la vida tan revuelta no sé dónde he metido el sentido del humor

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