viernes, 19 de febrero de 2010

La rebelión de los óvulos (¡malditos!)

Discutir con Gran Torino es una tarea vana. Si discutir en sí mismo ya es agotador... hacerlo con él es como correr un maratón con tacones... una tontería muy cansada y dolorosa.


Tengo con Gran Torino una no-relación llena de misterios. Es complicado porque cuando uno no tiene una relación ¿puede dejarla?

A mi nunca me gustaron las matemáticas, porque cuando yo nací ya había calculadoras...y todo lo demás que intentaron enseñarme me parece como lo del maratón y los tacones.

El Viejo Pachanga es un ser humano muy de ciencias que opina seriamente que los de letras somos cortos. Muy cortos. Casi borderline. Como él no quería ser padre de una discapacitada sin diagnosticar, y el aborto hasta los 18 años del feto todavía no está en consideración, me puso como condición para hacer letras que estudiase matemáticas hasta COU, uséase, el fin de los siglos.

Lo hice, no porque sea una hija obediente, sino porque no me quedaba más remedio, que es una buena razón para que yo haga las cosas.

La verdad es que no atendía mucho en clase... pero si algo recuerdo de todo lo que nos decía el señor de las gafas con la ensaimada en la cabeza, es que dos signos negativos se convierten en positivo.

Es decir, que si NO sales con alguien... y un buen día decides que No quieres seguir la (No) relación... ¿qué significa eso?... ¿que empiezas a salir? ¿que no-no sales más?...¿que entras?

Yo no lo sé... y es muy difícil intentar descifrar esos increíbles misterios de la humanidad mientras Gran Torino está comiendo conguitos a tu lado en la cama.

Hay que reconocer que me encuentro en esos terribles días del SPM en los que hasta la cosa más nimia se convierte en una tragedia épica... pero eso es un secreto... y cuando una llora con tanto desconsuelo está incapacitada para discernir si tiene un motivo objetivo o está en uno de esos crudos días de tanta injusticia social.


Pero si es complicado discutir con alguien que está “crunchi, crunchi... ¡pues qué buenos están estos conguitos! ¿quieres unos pocos?”... bastante peor es concluir la disputa al día siguiente.

Al día siguiente te levantas con los ojos como huevos duros, y mientras te das una ducha piensas en todas las cosas que has dicho la noche anterior... y te das cuenta de que tampoco era para tanto.

Yo es que no tengo alma de culebrón, así que no me apetece nada seguir la pelea. Lo que me apetece es ir a despertarlo y decirle:

- Oye, que lo de ayer ya se me pasó ¡hala! ¡que tengas un buen día.


E irme al algodonal ya más contenta y relajada.

El problema es que ya voy conociendo un poco al Gran Torino... y si le digo eso empezará una terrible discusión con posibilidades de acabar en guerra mundial (y puede que interplanetaria).

Si le digo eso, en vez de alegrarse de que me encuentre mejor y apiadarse por las dificultades que entraña ser mujer cuando los ovarios se amotinan en tu interior y toman el control de tu cerebro, arqueará las cejas de un modo que da mucho miedo porque anuncia la inminencia de la tormenta perfecta.

Si le digo eso, abrirá las aletas de la nariz como si fuesen las orejas de un elefante, me dirá que lo quiero volver loco y se enfadará por haberlo tenido hasta las cuatro de la madrugada discutiendo y haber montado una tragedia griega en tres actos, con mocos en los intermedios.

Así que, como no quiero ver el interior del cerebro de Gran Torino a través de los agujeros de su nariz, me marcho a trabajar muy compungida y paso el día dándole tantas vueltas a la cabeza que podría licuar una caja de naranjas.

No es bueno que yo piense muchos pensamientos en estos días de SPM, porque me ofusco y empecino.

Lo único bueno que tiene que Gran Torino sea tan irritantemente desconsiderado como para comerse una bolsa de conguitos mientras una le abre su alma como un melón, llorando a moco tendido, es que así no atiende mucho y después no suele acordarse de las cosas que le dije... así que no vendrá cuatro años después con eso tan desquiciante de: “pues tú aquel día dijiste”.

... Así que hemos vuelto a quedar para hablar sobre si dejar esta (no) relación... o no.

Creo que compraré un montón de conguitos para que esté entretenido.


1 comentario:

  1. Si cuando nuestras abuelas decían que a los hombres se les conquista por el estómago hasta puede ser que tuviesen algo de razón

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