martes, 2 de febrero de 2010

La polémica boda de Yoda

Discutí un poco con Protocolo. Esto tiene su mérito, porque ella es muy de paz y amor, y es realmente complicado alterar ese beatífico estado en el que vive.

Hace años que la conozco, pero ella siempre cuenta que empezamos a salir juntas desde un día en que me encontró en una esquina. Le he pedido que no diga eso, que hace feo, pero ella erre que erre diseminando por el mundo la dichosa anécdota.

El caso es que tenemos amigas en común, pero hay otras chicas de su pandilla a las que he ido conociendo con el paso de los años.

Protocolo sustituyó su habitual semblante angelical por uno más propio de Belcebú cuando el otro día se me ocurrió emitir una de esas opiniones que nadie me pide. Yo podría haberme estado calladita, pero no, tengo la fea costumbre de andar pensando pensamientos de lo más políticamente incorrectos que se despachan.

Cuando todavía no las conocía a todas, organizaron una tarde de chicas en un balneario con posterior cena. A mi eso de las piscinas públicas (por muy spa que sean) me da un montón de yuyu, y me hace soñar una semana seguida con un trogollón de gérmenes y viruses tal cual un anuncio de PatoWC, así que me salté el momento burbujas y bajada de tensión para apuntarme directamente a los placeres gastronómicos y a zumbarme unas copitas de Mar de Envero, que a eso siempre digo que si.

Sentadas en torno a la mesa estaban varias de sus amigas desconocidas por mi. A pesar del omnipresente rollo madre, he de decir que son gente encantadora. Yo tenía un poco la sensación de ser una niña pequeña a la que por error la han sentado en una mesa de mayores, porque los temas de cortinas y sofritos nunca han sido mi fuerte y enseguida se me acaba el repertorio.

El caso es que, en mitad de la cena, una de ellas saca un tremendo álbum de fotos y empiezan a pasárselo. Aunque para muchas yo era entonces una extraña, como son simpáticas y deliciosamente educadas, me hicieron llegar muy amablemente el celebrado compendio gráfico.

Al principio pensé que era una broma de mal gusto.

Tardé unos segundos en darme cuenta de que aquello no eran unas fotos de carnaval, sino de la boda del pequeño ser que las exhibía con tanto orgullo. Ellas alababan el vestido y reiteraban sin cesar lo guapa que estaba, y yo miraba aquel reportaje con Yoda vestida de novia como protagonista y no me lo podía creer.

La cuestión es que el sábado tuve la bendita ocurrencia de decirle a Protocolo que, sin conocerlas todavía, e ignorando que son seres naturalmente bondadosos (y creo que algo miopes), ese día pensé que me encontraba en medio de una caterva de hipocritillas.


Protocolo es una buena persona, eso lo saben hasta los monos del Amazonas. Es un increíble ser de otra galaxia que ha sido dotado de un amor por el prójimo sobrehumano, pero también de un considerable desapego por la realidad, que suele ser cruda.

A mi me gustaría ser tan bondadosa como Protocolo y sus santas amigas, pero debo de tener unos niveles exagerados de HLC*, y por eso soy cruel y despiadada. Es la única explicación.


Si le tiro una copa en la cara a Protocolo no le parecería ni la mitad de mal que mi opinión sobre la evidente privación de armonía en los rasgos de Yoda. Ella, que ya digo que es buena, asegura que es guapa pero un poco bajita.

Si con “un poco bajita” se refiere a que la susodicha recuerde inevitablemente a un mono tití al que le haya roído el pelo una cabra, entonces sí.

Yoda tiene unos ojos azules tan grandes e intensos que, en vez de molar, dan mucho miedo. Si alguien ha visto a Gollum en el Señor de los Anillos ya sabe a qué me refiero.

Por si eso fuera poco, tiene una de esas estructuras tipo cerilla, con un cabezón tan grande que podríamos haberlo usado como mesa en la cena.

Lo que sí hay que decir a su favor es que se depila, porque he tenido el infortunio de verla en bañador en otra ocasión, y doy fe de que al menos tiene el detalle de no dejarse las melenas al viento.


La cosa no acaba ahí, porque lo de la ceremonia a mi me dio ganas de llorar. Decidió celebrarlo de manera íntima y sólo invitaron a padres y hermanos. Eso sí, como le hacía ilusión, se puso un vestido de novia y contrató un fotógrafo para inmortalizar tan magnífico evento.

Imaginad a Yoda descolorido y con los ojos claros vestido de primera comunión en el salón de la casa de sus padres. Pues así, hasta 500 instantáneas que me tragué mientras las oía a ellas “ay, ¡qué guapa!”, “¡qué linda estás en ésta!” y otros atentados contra la verdad similares.

Yo ya digo que entonces no las conocía muy bien, y no podía ni imaginar que aquello lo estuvieran diciendo en serio. Pensé que eran unas cínicas cuando en realidad son seres puros de alma compasiva que deben de poder ver la belleza interior y todo eso.

Yo admito que, una vez que conoces a alguien, dejas de verlo de un modo muy objetivo, y los que te caen bien los ves más guapos, y a los capullos feos como demonios fritos... pero aún así, eres capaz de saber si tus amigas queridas son como las mellizas feas de Susto y Disgusto.


Esto parece un comentario frívolo y malévolo, pero no lo es.

Yoda tiene mucho mérito porque, siendo más fea que el Fary comiéndose un limón, y sin ser especialmente simpática (es agradable y buena... pero tampoco es la alegría de la huerta, no vayáis a pensar) ha logrado que la gente se concentre en su interior, e ignore (superando los límites de lo razonable) su intrincado exterior sólo apto para ya iniciados.

Yo ya sé que estas cosas no debería de pensarlas, pero no lo puedo evitar: La gente muy fea debería de tener ciertos beneficios sociales, como plazas de aparcamiento específicas o trabajos en la administración pública... digo para compensarles un poco la putada. Porque esto es una lotería y hay herencias genéticas que no hay Clarins ni Chanel que las arreglen. Que por mucho que Yoda se tunee (lo del corte de pelo, si a Protocolo no le pareciera mal yo se lo hubiese solucionado llevándosela a mi peluquero), lo del cabezón sólo lo arregla metiéndolo en un bolso de Prada y no sacándolo ni para comer. Esa es la verdad.

A lo mejor estoy yo muy confundida, pero a mi me da que el mundo está más lleno de gente como yo que de personas como Protocolo y sus Santas Inocentes. Leí en una ocasión que, según un estudio (¿quién encargará esos estudios, digo yo?) los bebeses reconocían la belleza física. La cosa consistía en que les enseñaban fotos de gente a un porrillo de bebeses y ellos sonreían más a los que tenían facciones armónicas, y lloraban o hacían pucheros ante los feos.

Vaya, que nacemos siendo cruelmente superficiales, porque a esos bebeses lloricas no los consolaba el hecho de que los feos fuesen buenas personas... eso imagino que se aprende después. Así que está muy bien que nos engañen diciéndonos que lo importante es el interior y todo eso, pero yo os aseguro que la vida es dura y así lo aprendí yo.


P.D Protocolo querida: Tú que eres inconmensurablemente buena sabrás perdonar a tu amiga por ser más mala que un demonio con máster.


*La hormona liberadora de la corticotropina está asociada, según los especialistas, con las respuestas del organismo al miedo y a la ansiedad. Los estudios sugieren que las hembras con menores niveles de la hormona HLC tienden a proteger más a sus crías que aquellas con niveles altos. Esto también lo debí de leer en alguna parte, digo yo, que yo sola no pienso tanto.


2 comentarios:

  1. Sí, la vida es dura, y así hay que asumirla, y eso de que el amor es ciego, bla, bla; de todas formas, si llaman Yoda a una persona a la que quieres, normal que te parezca mal. De todas formas, llevar el album de boda a una cena de amigas, con copazo y tal me parece un tanto desacertado, incluso arriesgado, porque los borrachos y los niños dicen la verdad, y si no estás preparada para oírla, uy uy

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  2. pero ella cuenta con la inmensa bondad (ciega a la realidad) de sus amigas... eso es como un colchón de plumas, hija

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